domingo, febrero 09, 2025

Infames; sacerdotes del odio

   Anda por Granada, Federico, amado por el incontenible cielo de aceitunas, ahora prensadas para escanciar besos en un banco con mirada a las laborales y al riachuelo donde se lavaban sábanas y se narraba con lenguas sin candados.

    El sabor de la multinacional de ricos se vierte obsceno por los medios puestos a su servicio, nunca con problemas de pago.

     Se consagraron villanos con un mensaje apelando a dioses a su servicio.

     Le toman a su servicio para proclamar mensajes de odio entre los supporters revestidos con camisetas de fuerza para llevar sus colores al fanatismo.

       Se erigen defensores de una cristiandad para esconder que son adoradores del dinero que le es robado a la sociedad que nunca debiera caminar sola

        Les hablan del calor del individualismo, porque esto hace débil a la persona y a la vez, les hace entregarse a mesías realzados en altares mediáticos.

           En tiempos inciertos, te dan certezas que resuenan en tambores vacíos de humanidad. Los golpean con estrépito anunciando apocalipsis, cuando solo quieren esconder el latrocinio a manos de sus amos pagadores.

     Invocan lo eterno, para robar al presente con su filibusterismo.

      Te apenan sus fieles, crédulos visitantes de anunciantes de resorts de sangre y sonrisas de niñas asesinadas.

         Dinero impune que manejan para que sus regadores se hagan más billonarios mortales, que ahora solo desean quitar el poder a esos sus dioses tomados para querer ser ellos mismos adorados por una ciega humanidad llevada al matadero, al que esperan llegar, esos sumisos, los últimos.

    Anda Federico vivo en cada uno que contempla el atardecer entre las ramas de un olivo que al paso del aire, canta a la madre que amasa hojaldres para que se repartan entre los trabajadores que celebran los encuentros de miradas de vida, por encima de esos enviados lobotizados para descuartizar manos que acogen al otro, tan diferente, tan uno mismo, como dijeran aquellos cuentos bíblicos.

        Caballos reunidos, montados por cobardes manipuladores,  para la llegada a un apocalipsis provocado por la mecena codicia, elevada a la categoría de un cielo lloviendo cuchillos que extermine al otro yo y terminé esclavizando al sobreviviente a sus insatisfechos deseos de ser  un dios que dispone de la vida de los crédulos que creyeron ver el nuevo advenimiento de una paz imposible cuando se necesitan victimas, en esas reuniones de sacerdotes del odio llegando de un cielo que han tomado al asalto, con engaños tapados en fatuos paisajes

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