viernes, febrero 07, 2025

Espartacus a cielo abierto

      Kubrick podría haber dirigido su película número catorce. ¡Quien podría ser tan concienzudo como él para encontrar cada uno de los pequeños detalles que engrandece su obra!

      Visitar hace años la exposición montada en mi CCCB, hubiera dado para descubrirlos en cada uno de los días de los, al menos, seis meses, que duró la exposición.

       Sobre mi mesa, una revista aguarda para leer las ultimas dos hojas que se revelan para ser recorridas, como las anteriores. 

       En una de esas dos hojas, una joven habla sobre su experiencia en una habitación de una gran ciudad. Es parte de otras tres pequeñas estancias, además de dos baños, de una cocina reducida para una posible nuevo espacio alquilable y de un balcón en la que entran los sobacos de un hombre en camiseta que habita en un piso de enfrente.

     No son días de gloria, más parece una militar del ejército de Espartacus preparándose para luchar contra todos esos rentistas organizados desde sus adquiridas o heredadas posibilidades y cubiertas por las meritorias que han sido elevadas a los tronos de las ondas hertzianas por esas glamurosas y ordinarias sirvientas de si mismo o de los señores, evasores de los impuestos que deberían pagar a la sociedad que les acoge.

     Se reúnen en pequeñas y angostos lugares y planean poder derrocar a este ejército bien equipado que pone de rodillas a aquellos "brillantes" rebeldes que fueron conscientes de las trampas que se pusieron en la sociedad contra personas y partidos nacientes; las denunciaron, diciendo que jamás pertenecerían a esa cohorte de mercenarios de burdos y desaprensivos "mas presentadores", pero que ahora acuden, arrodillados, a soltar sus monetizados y, por ello, antes, despreciadas opiniones.

      La protagonista, durante dos años, se mueve por los bosques, desiertos, desfiladeros, los reconoce y concluye que existen muchos como ella. 

      Sabe que están siendo vencidas por esos ejércitos organizados y pertrechados de recursos privados que les ayudan a  diferenciarse de personas venidas de provincias de fuera, como es nuestra protagonista.

       Recuerda ella, como tuvo que salir a campo abierto para intentar hacer "las prácticas" que antes conllevaban realizar unos estudios en una institución pública. 

       Hoy, recuerda con amargura, como se tuvo que volver a su ciudad, sin haber cogido y experimentado ese "práctica" en una empresa porque estas experiencias del alumnado se las están dando a otra empresa, también privada; esta, de educación, selectiva por los pagos extras y favorecida en esa mercenaria y escaparatista Madrid.

       Ella tiene suerte, puede seguir peleando en otros lugares más favorables. A lo lejos, siempre quedará un océano de experiencias que se guardan en una bolsita de momentos vividos de la que va extrayendo esencias para enfrentar lo siguiente que llega.

        Quizás, el narrador, soberbio, aún no ha reconocido en su correspondencia, los árboles de un bosque de errores de los que ha aprendido y de los que siempre encontrará reminiscencias.

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