No, no parece que tenga patrona, pero Cecilia, la cantante o la que celebran los músicos, podrían ser, ahora, una u otra de mis referencias.
En Sofá sonoro hace poco nos pusieron en contexto a una mujer a la que oía y amaba en mi niñez adolescencia, con su voztam característica y a la que sigo cantando porque sus letras se grabaron de forma indeleble.
La maldita imprudencia y otras razones, cometidas en las insaciables carreteras, nos quitaron a amigos y aquellas artistas.
A sus familias, les extirparon raíces, a los demás nos cerraron rutas, también sonoras.
Se emprenden otros viajes. Muchos los buscan en recorrer espacios a los que no pertenecen, llenos de animales salvajes; invasores de su hábitat con la excusa de que tendrán más medios para sobrevivir y que viven llenándose de experiencias únicas También lo dicen de los especuladores habitacionales, dicen que compran pisos y que con esa acción, llevarán a construir más edificios, moverán la economía.
A unos, no cuentan, les desgarran sus lugares de paso para alimentarse o procrear. Los fondos buitres destrozan las nóminas de los asalariados, no para darles nuevas oportunidades, sino para fidelizar una precariedad y consolidar nuevas nocivas jerarquías, colonizadoras de constructos sociales, para derribar sus muros, como higueras insaciables.
En medio, Lakecia Benjamin celebra la vida, el poder, la lucha, el empoderamiento. De un mundo nacido en las calles del Nueva York, saliendo de entre las cadenas cerradas, en las calles empobrecidas, para crear dependencias y señalar culpables de sus propias carencias; robadas las oportunidades entre mentiras y riego de drogas que les animalizaron y buscan perpetuar.
Les invisibilizan, como un club al que seguí, por el que lloré, al que grité sus alienaciones y, ahora, en esta época, he descubierto que no tiene nombre, cuando las cosas les van mal. ¿No existí yo?, sería la pregunta correcta.
Aprenden las empresas, Mercadonas, Real Madrid a esconder sus malas acciones porque así, para sus fanáticos, no existen sus fechorías.
Mientras la democracia la vamos perdiendo, por sus dineros, sin dignidad y sus hordas, ciegos para abrazar el odio que les guíe a empalar a sus enemigos.
Cubrirnos del fanatismo para emprender viajes hasta Sandycove y allí, comprender todos los océanos que deberemos navegar
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