sábado, noviembre 23, 2024

Jenny y las dos cabezas

  Javier del Pino disfruta creando monstruos. A Max ese juego le agranda su mente creativa y le estimula para darnos lecciones musicales y canciones con una chispa que a Rafa Panadero le pone en el disparadero.

   El fútbol masculinizado creo un monstruo que durante muchos años dió vergüenza ajena, pero sobretodo propia. Tener a verdaderos primates como preparadores, cortaba cualquier posibilidad de crecimiento.

   Como siempre, en estas tres últimas décadas fue el Barcelona quien abrió la puerta a otro tipo de juego; más bello, más propio. Errores, al no tener ni idea, casi criminales, estuvieron en un tris de tirar todo por la borda. 

    En el mundo futbolístico, el equipo femenino, ha sido aún más maravilloso. El monstruo de la precariedad y de las cortapisas fue devorado por la empatía y un deseo de progreso que pedía profesionalidad en todos los estamentos y una dedicación que ha dado unas futbolistas increíbles pero, lo más importante, un deseo de ir allí, por parte de las mejores promesas del mundo porque les dan la oportunidad de un crecimiento en un entorno de fútbol, fuera de la falsedad de una televisión que ofrece fanatismo y de un presidente megalomano, al que pasean en palio, sin preocuparse por las raíces de un deporte que ellas, las jugadoras del Barça, han elevado a la categoría de inmortal.

   En ese entorno, Jenni Hermoso es una de las referencias de crecimiento del Fútbol en España, cosa que no lograrán nunca los mediocres que le niegan su nombre a un polideportivo en su barrio de nacimiento. 

  Existen monstruos de dos cabezas, las de los dos partidos que han arrastrado por el barro de la corrupción el nombre de España.

   También en el fútbol femenino queda la cabeza de Montse Tomé, un monstruo deportivo que tiene que ser devorado por una generación de jugadoras, de alta profesionalización, con bellas trazas de empatía entre ellas, que ya hizo hizo desaparecer la sonrisa del entrenador, cómplice, ganador del mundial, ante la cogida de gónadas de su presidente; se pensaban ganadores ante unas personas tan normales, humanas como Aitana, Alexia, Irene y tantas otras, como extraordinarias en la ejecución de un deporte al que aman y buscan la perfección.

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