Tiene la seguridad de haber dedicado un tiempo importante a su nueva ocupación. Parece poder reclamar su cuota de devolución por el interés demostrado y sin embargo, lo que se viene sucediendo son multiples situaciones en las que ve que nada le revierte a su esfuerzo, lo cual le abre pensamientos donde se ve recorriendo una autopista hacía el infierno.
Navegando entre el otoño, caen hojas y se bañan de colores los montes saciados en agua.
Nunca esperas que de un cansado mágico albañil, con sus consejos, puedas retomar la senda, si la ves más escarpada, si, en extremo, larga, sin vislumbrar un final tan solo, los humos de pasados fuegos, y con la consigna de impregnarte de paciencia para recoser una tela que, en el estado actual, amenaza deshilacharse.
Saliendo esta mañana, sobre las 9 horas ha encontrado las palabras de Matilde desparramadas por el suelo. Fue un adiós triste, conscientes ambos, de la necesidad de la separación. Ella podría haber renunciado al desplazamiento y él, solicitado una excedencia; ninguno de los dos estaba seguro y se han llenado de excusas para guarecerse en su zona de confort.
El viento ha derribado una rama y con parte de ella va rebuscando letras, impregnadas de besos, sus huellas y lágrimas.
Cuando ya tiene a todas juntas, decidirá no ir al trabajo y recomponer el puzzle de las piezas de sus corazones que se desligaron ayer.
La doble erre son los arrumacos de los que no podían parar a pesar dela definitiva separación.
La doble w debe ser de la fuerza de sus respectivas olas, chocaban y no hubo posibilidad de que se abriera un camino.
La p era del pellet que les envidiaba, porque incluso en su nueva exuberancia, no podía igualar el calor de sus encuentros.
La o era del olvido, pero sería imposible cuando has recorrido cada punto del cuerpo del otro y lo tiene impregnado como las notas del saxo en Drive All night
Si surgen ritmos endiablados que doblan, primero y luego arranca el carrizo que había ido colonizando el cauce cuando el agua transcurre plácida, lista para masajear los días de verano entre los saltos con gritos de complicidad.
Adaptarse a las nuevas aguas, vivas y invasivas aterroriza porque la velocidad te arroja sobre las notas como si están nunca hubiera existido y estuvieran preparadas para enseñar sus aristas más cortantes.
Esperar antes de entrar para observar sus cadencias, sus nuevas olas, sus contras que traguen tus seguridades; leerlas con la calma que pide Stephen para ser comprendido.
Calentar, recordando que todo lo aprendido tiene su sentido y que, ahora, esa ensoñación del cañizo masajeando tu piel, debe dar paso a la rapidez en su ejecución.
Cuando se ha estado tiempo entre caricias propias, adaptarte a la agitaciones extrañas, es sentir que viajas para conocerla, para conocerte.
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