La desnudada higuera ha ido invadiendo cada punto débil de un muro. Sobre él, una niña se sube para alcanzar el último fruto del verano, casi olvidado, ya, tumefacto.
El equilibrio es una danza de semicorcheas, próximo a desvanecerse; sientes en cada pasada que una nota no subirá a tiempo y otra golpeará tu autoestima, sobre un altiplano con sus aguijones.
Emigras, atravesando tierras sobre las que pasas de puntillas; cuando te alzas por encima de la borda de estribor de una barcaza, observas si dentro de ella habrá algún monstrenco. La verdad, ahí, en penalidades no se suelen meter, más bien en bronca pero controlada.
Si te recoge el Open Arms, igual sobre los famosos metatarsos, de un profesor vas pasando niños a algún voluntario con faro de ángel. Cuando le toca, alguien le baja los gemelos a punto de colocarse en diadema.
Tiempo después, cierto Alex te pregunta sobre tus trabajos de recuperación en un lugar que ha sufrido una Dana. Él quiere visibilizar la humanidad de los seres, despojados de sus fronteras para la ayuda.
Cuando se asoma por aquí algún besugo de los que dicen: "pues mételos en tu casa". Miras, callas a voz en grito "vive de las limosnas que te da un rico".
A la vez, como para acomplejarte, se iza sobre sus puntillas, porque no fue nunca nada más que un bluff, al que elevaron porque estaba dispuesto a emborronar su cara, siempre apariencia; nada que ofrecer más que enmarcados instantes ficticios
No hay comentarios:
Publicar un comentario