sábado, noviembre 09, 2024

Saltar para volar

    La luz del bar invita a abandonar la próxima aventura. El cansancio se apodera del cuerpo y cae a plomo sobre la mente. 

    La noche enseña su maraña de oscuridad que amenaza enredar al coche entre una naturaleza a la que hicieron salvaje, con animales, entonces desubicados; ahora, propios de un paisaje que les alimenta por el abandono de las tierras por parte de los humanos.

    Iniciada la odisea por esa nueva carretera nocturna, la Penélope de un olvido, lanza sus amorosos brazos para que abortes un Itaca que en el último viaje te pareció inalcanzable, doloroso por mostrar todas las incertidumbres que te rugen porque el tiempo es finito.

     Las olas de la oscuridad se agitan en cada recta renacida. Creías conocer cada escarpada revuelta o cada curva que terminaría en el pequeño movimiento de volante en el que te crees ya hábil y sin embargo, te golpea la incertidumbre porque las estrellas de la carretera no tienen osas mayores o menores.

     Aunque llegues a un llano en el que intuyas la rueca de la nueva Penélope de las ultimas semanas. Te persigue el cansancio y un aire encalmado en un eco te canta al desistimiento.

     Llegas a la isla de la música; miras la puerta y tienes las suficientes excusas para ponerte tapones y negar oír a las sirenas que si, abres la puerta, te devorarán la autoestima de los dos años dedicados en plenitud de días, al saxófono.

      Giras torpe, es un ultimo intento para el abandono; se abre y aparecen lo que pensabas serían cinco cíclopes con la suficiente hambre para decir que ya basta, que no estás dispuesto a ser devorado por esos seres tan míticos, como dantesco.

      Sucede, que sus caras se transvisten  en agradables miradas que te dan la bienvenida por atreverte a entrar en los mares de la Banda. 

      Te explican, acuden a darte el nuevo alimento hasta la, demasiada, inmediata Navidad. 

      Aún tienes la última excusa; el cansancio y lo lejos que estar en dominar lo que has leído, pero las nuevas caras, te esperan sin ningún pero. 

      Comienza el ensayo y si, todo está aún muy lejos. Seguir al grupo es realizado entre tropiezos, angustias y saltos al vacío.

       Este segundo día te está descubriendo las estrellas que el primero estuvieron tapadas por negras nubes. Aguantas, desnortado, te cogen remolcadores para que las olas no te vuelvan a llevar a alta mar, donde ya te abandones a la suerte de corrientes, donde en la profundidad, no puedas anclar para recordar lo que siempre te dijeron los maestros pasados.

       Lee despacio, mide sin parar aunque la lentitud primera te asuste, cuando escuchas a quien lo hacen con aplicación y sabiduría, pero como te recuerdan una y otra vez, lo hicieron durante sus años de niñez, adolescencia y juventud, repitiendo hasta la extenuación la lectura

       Sales, extenuado, debes regresar al Itaca de 14 kilómetros con boca de Saturno; ya es igual, viste las desgarradas ropas de la música, pero ya vas comprendiendo como usar las singer que apisonando con garras, no, por ahora, pies que las mueven para el ritmo y agujas de los dedos que controlan el tiempo y notas estrellas que intuyes entre la luna creciente. 

        Erena Terakubo ruge con su saxofón, para que a lo épico del aprendizaje, le pongas el descubrimiento de una caos en el que crecer para volar

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