Apareció hace dos años un personaje infame por las ondas de la radio. Le escuchabas, las primeras veces y no podías dar crédito a lo que oías.
Por el nombre, Marco Antonio, trataba de ser un personaje mayor, curtido en mil batallas y con un halo de sabiduría que extendería sobre nuestra cabeza para introducirse, puro, en nuestro cerebro.
En el apellido, Aguirre, deberíamos ver a un luchador, conquistador entonces de las Américas, ahora del nuevo mundo de la equidistancia, porque el bien se extendiera por el mundo.
El resultado era un infame ser, que no era ni blanco, ni negro, ni alto ni bajo, ni de derechas ni de izquierdas. Era ese ente que, por estar en el medio cree ser sabio y es la antesala, de esa mediocridad que se convierte en un escobajo o pala, justificativo para golpear a un ser en el otro extremo, con el que el ser abyecto golpea a un presidente del gobierno, antes de ser acogido bajo las plumas regias protectoras.
Enseguida se le dejó de seguir, como al programa entero que daba cabida a ese insulto a la inteligencia.
Golpea la decana de los jueces de Madrid, escribiendo unas palabras puñales, por segunda vez al presidente, no se sabe si por ignorancia, dejaría en evidencia al colectivo que la eligió; por maldad, disfruta del daño infringido al diferente; o por golpista, porque con sus palabras quita la barra con la que se golpeó al presidente, para ponerla en sus dos manos-frase y atizar con todo su odio a quien no permite gobernar a quien la da soporte.
La gente se ha levantado, ha cogido el coche, se encuentra haciendo sus tareas cotidianas. Es mejor no leer nada; es una pelea ajena a lo cotidiano; llegar a final de mes para pagar la letra del coche o al casero ansioso que amenaza con otra subida de alquiler, eso, si que es, nos decimos, la realidad.
Cuando ha cogido el coche, Angels habla de su consternación, el conductor gira el dial y se le introduce la música clásica para martillear con dulzura notas sobre las que descansar el caos en el que se ha querido meter, por querer conocer lo que había alrededor de lo que sucede.
Cuando llega al trabajo, que no ama, en el que cumple con una escrupulosa pulcritud y sumisión, no le queda otra que dejarlo aparcado en la segunda planta subterránea, la primera es para la clientela que es la que crea riqueza al dueño, que ya ha dado muestras de impaciencia por dos de sus retrasos en un mes; mientras en su cuenta de resultados, nada se ve alterado, porque el estado ha intervenido para que exista estabilidad en la sociedad, a la que insulta con su prepotencia. En el trayecto en el que le habíamos dejado, se coló Wagner, le ha acompañado en su maravillosa cabalgata de las walkirías, mucho mejor que haber escuchado a Juan Manuel de Prada hacer una incitación al asesinato desde su cristianismo inquisitorial, por supuesto sin dios; nuestro conductor, de eso si se da cuenta, como no va a comprender que esta sociedad está maniatada por la victoria de un golpe traidor de hace 80 años, al que se busca en una vuelta cíclica y maquiavélica
Aprieta el ascensor. Otros días, sube las escaleras de los dos pisos, sabe que potenciar sus cuádriceps, le ayudarían a calmar en cierta manera, el dolor de sus rodillas; se justifica, luego estará ocho horas de pie, sabe que no es lo mismo, pero ha llegado agotado, al máximo, lo siente, soñar con el cuerpo de una walkiría le parece más real que intentar comprender como un gobierno se quita del medio a quien le hace ruido, le pone en el disparadero de llegar a un límite en el cambio estructurales que moverían las anclas de barcos de las amenazas de muerte que llevan diabólicos piolines, pero hubiera sido la solución a muchos de los problemas actuales.
Todo esto lo intuye, porque anoche, cuando daba un paseo por la oscuridad, para encontrar luz en tantas noticias recibidas, se encontró a un pesado, que le cambió el paso de sus razonamientos; hasta le llevó a afirmar lo que el hombre oscuro le había dicho al principio y que él, con tanto ahínco repetía para ser un aguirre cualquiera.
Como la aparición del espanto que aterroriza, incluso a todo un horror como es Halloween, un milmillonario dice: no las redes, no, eso es el mal absoluto. Está tan seguro que tiene dominados a los medios convencionales de información que ver, como es él, sin tamizarlo sus gabinetes de comunicación, le hace gritar espantado. Hoy, sus mercenarios, potenciales asesinos, preguntan por quienes expusieron a sus amos, a su verdadera naturaleza. Piden, por privado, con desvergüenza, que les delaten para amedrentarlos, para enviar somatenes. Ellos, siguen impunes; son perros de la internacional del odio
Mientras una tormenta perfecta se está generando y a nosotros no nos queda otra que como Víctor y Tarzán en el podcast "los guerrilleros" no arrepentirnos de escribir estas letras; aunque a ellos, Almudena y su guionista les traten de sacar una pena por toda la violencia que pudieron generar e intentaron circunscribir a quienes de forma asesina la estaban ejerciendo sobre seres de una sociedad a la que quisieron tener bajo sus botas corruptas de patria, dios; buena mezclar para saquear a un pueblo.
Aquel Marco Antonio daba tanta rabia porque quería evitar un riada que siempre llega cuando se concede el gobierno a inútiles, como los de la Comunidad valenciana, ya lo predijo Mónica Oltra, mientras era ajusticiada por las huestes canallas de una pira llamada "al rojo vivo"
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