El guerrillero es un podcast necesario oír; nos habla de Víctor. un cámara que acompañaba a Almudena Ariza en sus reportajes por Paris; un libro que llega a la redacción desata la curiosidad de la periodista que nos ayudará a comprender parte de la vida dentro de una dictadura como la chilena.
Lo intentas oír, casi, de un tirón pero es Domingo, es tiempo de Millás. Se han sucedido días en que tienes que cortar o porque un texto toma tu mente al cien por cien o porque existen días, como hoy, en los que sus razonamientos resultan pesados de seguir.
Es su lucidez contra, vaya usted a saber, los apriorismos propios, vas encontrar abismos, pero al escribir sabes que es el de una persona comprometida, honesta; cuidado porque ese no es nivel de quien sigue a influencer establecido en Andorra; o el de una espectadora, seguidora fiel de ese ser transmutado desde la radio a la televisión que llena sus programas de negacionistas.
Juanjo es otra cosa, para confrontarle lo mismo tienes que empezar por mostrar un respeto porque su curiosidad ha producido grandes reportajes que revelan la cotidianedad que ahora no está en el burro que guía a Víctor por el escarpado Andes, sino en los trajes con los que nos presentan pequeñas historias que se filman.
Sobre esos cimientos, le escuchas en las generalidades que culpa que el Estado no ha estado a posteriori, sin que no haya hecho ninguna mención a lo mucho que se tenía que haber hecho antes. Será un descuido un poco revuelto, será por mi camiseta del "apriorismo"; miedo me doy.
Ese tiempo en el inmediato anterior, parece que haber dado una orden de un salir de casa para comprar, ni para ir a trabajar hubiera sido crucial.
Nuestro escritor de referencia, que transforma un objeto en el leif motiv de una mañana ante el espejo de Larra, insiste una y otra vez, sobre la impactante imagen necesaria, a posteriori, de una tienda de campaña, donde gente que no tiene que hacer nada se reúnen ante un mapa ante el que no tiene que hacer otra cosa que hacer perder tiempo a quien está tomando decisiones para solucionar algo que, ya, ha sucedido y por tanto se despoja del pasado, para solucionar sus resultados.
En ese aquelarre de la imagen, incluso mete a un rey, que dejó de representar a una gran parte de la población. Vestido de trabajo, como en el museo de cera.
Montado en el hilo, hace y se deshace en un nudo; se da cuenta que uno de los interlocutores, lo único que hace es dar patadas debajo de la mesa. Eso sucede, es real, cuando vuelve a esa posición, otra vez, Javier se lo recuerda, sale como puede, bueno pues se lo quitan de encima. Lo que menos se necesita dar en esos momentos de tensión.
En esa bella imagen de la pedagogía del bien común, no se nos recuerda la bestialidad de los que rechazan la actual situación climatología, de los que entregan lo público al encontrar arte en la agonía de un ser animal.
Lo vas a criticar, aunque apoyado en la sabiduría de Juanjo, te piensas que esa clarividencia fija lo importante en pensar en el remedio de los inmensos destrozos producidos por el negacionismo.
Como hoy no lo has apagado, enfadado desde mi propia camiseta de certezas, le vas escuchando que no se podía romper la cadena de mando. Van cinco días, el programa es en directo y no parece que tenga conciencia que hasta el tercer y cuarto día, quien tenía que pedir ayuda, el presidente de aquella comunidad, la ha rechazado.
No es cosa baladí, como en el 11M, mentes pútridas andan preparando, su propio hilo que contradiga a la realidad. Parece una tontería, no es así.
Lo que vivimos nos lo están retransmitiendo profesionales de la irrealidad, para que no coincida con lo que hace, pero sea lo que digamos, sucedió; es como si Víctor le hubiera contado una milonga a Almudena Ariza y ella, como periodista, no hubiera corroborado lo datos aportados por el protagonista con las narraciones de otros participantes en aquellos hechos.
Estamos atrapados en lo que nos vamos produciendo para sobrevivir; donde romper la cadena es un imposible, arrastrados por nuestros actos cotidianos.
Es un ameno diálogo que empezó hace muchos años en la Ventana, y que durante el COVID, Javier del Pino con buen criterio retomo. Los oyentes hemos tenido la tentación de dejar en el escritor intelectual, parte de nuestros criterios con el que nos adormecemos en medio de nuestros actos diarios.
Olvidar el como hemos llegado a ello y lo que tenemos que hacer cuando nuestra maquinaria no somos capaces de pararla.
Una científica, minutos después, se quita la bata de la excelencia en sabiduría y nos dice que estamos tardando en tomar decisiones, los de arriba, porque mandan tendencias, de descarbonizar nuestros hábitos. No es una explicación sublime, si útil y esencial.
Días como hoy, añadir un Manu Levín, una Laura Arroyo hubieran roto un hilo que nos seguía arrastrando a un diabólico túnel imposible de atravesar si la salvación nos obliga a atravesarlo, si o también.
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