En una pantalla quebrada aparece un ex; no todos los ex van a hablar horrores de los seres con los que tuvieron relación.
Existen los que compartieron pasiones entre abrazos mutuos, confianzas, placeres explorados que alimentaran soledades y lo que más permanece, que hubiera realidad en ese intercambio de fluidos. Cuando se quiebra lo último es porque alguna piensa en una veracidad fuera de ese tórrido rectángulo. Ya no se puede retomar, cuando el espejo en el que se regodeaban, se quiebra del todo.
En las teles, no en las de sección, que pueden ser todas ahora, un ex jefe de comunicación de, pongamos un rey, le sigue siendo fiel, al fin y al cabo vendió las excelencias de un producto, obviando lo contaminante, y demostrar que es un buen vendedor, le abre puertas a otros productos del marketing. Otro, como Antonio Caño, también serán contratados como vendedores, pero ahí es más difícil demostrar que el producto no lleva ni uso de pesticidas, ni venenos ponzoñosos, ni transmutaciones pueriles. Se compran esos otros productos.
El "buen vendedor" como analizaban ayer en canal red, es que magnifica hasta la nausea aspectos positivos de una acción de su antiguo cliente producto.
El envoltorio es único, el contaminante está impregnado, incluso en él; observar como con cariño, rodeado de fuerzas de seguridad, acoge a unos imberbes, bien vestidos eso si, quien no se enternecerían ante esa imagen.
Álvaro Morata es otro producto de la imagen; se ha vendido muchas veces y sigue dando un resultado basado en la honestidad de sus esfuerzos. Decía a otro compañero, un insigne nada "futbolístico", cuando iban a salir de un túnel de vestuario cualquiera, sobre todo, por lejano, que no hiciera caso a Morata, que "era malísimo". Bueno el tiempo, la suerte, el trabajo y alguno que otro factor ha colocado a cada uno en su sitio. No ha sido Cristiano, si en varios momentos, en su soberbia, pero da una imagen muy pulcra en los campos de juego; loas a Álvaro.
El problema que nos aporta Pablo, siempre Pablo, ¡joder! es que lo que nos dice ese tal Ayuso, no por favor, sólo Javier y ese Morata, no el Pedro comentarista, sino Álvaro, es que nos quieren parecer unos seres comunes ensalzando a un rey y como decía aquel otro "tranquilos que el que los va a consumir soy yo".
Buscaré la sonrisa en la veracidad de Miquel Montoro, antes que ver el fútbol embutido que me sirve para crearme imágenes paralelas.
La veracidad es lo que tiene, en unos te provoca una complicidad, en otros, buscas rascar esos prospectos y envoltorios que te hacer oler más las uñas.
Temes que vuelva a haber un envoltorio de 40 años, como en aquella tarde en el Montemar, con algún compañera de Magisterio, porque aquello te daba la sensación que podía vencer a un golpe de estado. Hoy aquel relato tiene la podredumbre de narraciones engañosas y disneyladas, en las que nos hayamos contaminados en muchas de las instituciones que dieron cobertura a aquellas mentiras.
A Álvaro enfrascado en ser honesto en su esfuerzo, duro en su ánimo para afrontar los silbidos del estadio de ruido selectivo, no le voy grandeza en sus conocimientos, ni le voy a aceptar su ignorancia a la hora de contarme las bondades de un rey, al que Ayuso, el periodista, no la bulera, se ha encargado de tamizar.
Si le pido a seres en quien confío, que no tengan a la siguiente generación que dentro de cuarenta años, sigan preguntándose como alrededor de un rey había decenas de fuerzas de seguridad, y como ante un presidente, elegido por un pueblo, apenas hubiera miembros de los cuerpos del Estado.
Como alguien que no ha sabido rodearse más que de ignorancia impúdica en los servicios que debe dar a una comunidad, más los añadidos, torerarios-funerarios, puede estar reunido horas y horas, tras abrazarse con un periodista, condenado en diferentes ocasiones, y subvencionado en las comunidades por su partido; disgresión: "corrupción-subvención", curiosa mezcla.
Morata, no lo leerás nunca, aunque intuyas que existe respeto en el conocimiento de tu trayectoria futbolística, no intelectual, porque si no quieres saber que pudo suceder para que desde aquellas puertas encerradas, saliera el fango moral de ese marrano para que indicará como tenían que actuar quienes iban a venir, no a ayudar a quienes estaban sufriendo las consecuencias de una Dana y de una actuación que algunos tachan de criminal; sino ante un presidente del gobierno.
Por eso, desde tus subjetivas declaraciones, repetidas en otras ocasiones, y que pueden tener más valor que las mías, te ánimo a que busques la decencia que debes mostrar ante los tuyos.
La burbuja del fútbol no puede llevar a la indigencia intelectual, si con esa sobreprotección que llevan uno y una, quien son llamados al "dejad que los niños se acerquen a mí", son miembros de grupos ultras, ajenos al gran problema, uno mayor, nos lo estáis trasladando a vuestros posibles seguidores, como verás, sólo futbolísticos.
Agreden a un jefe del Estado; tu no te acordarás, bueno ni te habrá interesado, asesinaron a Olof Palme, presidente sueco, porque confiaba en su gente; quiso obviar a la mala gente, esa que siempre existe y que ya nos dijo Machado. Tú mencionas la grandeza de un rey, en su burbuja de seguridad, que da abrazos a nazis, que no fueron apartados por unos servicios de seguridad que les conocían incluso por sus ropas "les reconoceréis". Y que a quienes vivimos el día a día para, entre otras veleidades, conocer tu trayectoria desde el Castilla, nos produce un desamparo que debiera dar lugar con el miedo y el pánico a la inacción, pero chico, tu tienes el descaro de hablar desde tu torre; yo sólo desde mi silla.
A quienes les toque, si les pido, que el hilo no nos lo corten y que no se tarde cuarenta años, en vivir amansados, sobre trozos de otros lodos, también criminales para muchas vidas.