Es un descenso fácil. Creo que cogeré el cubrebañeras malillo que llevo tiempo sin utilizar y pala que está deteriorada y debilitada de mil y una palanca que debí hacer en su momento.
Hace tiempo que no visito el río, ni vivo nada relacionado con el agua. La última época fue intensa y quizás no haya que avanzar más que unos cientos de metros para encontrar la pala.
Por supuesto el casco ni se te ha ocurrido cogerlo, no habrá más de un metro en la zona donde más se acumule el agua y, desde luego, el río no es nada pedregoso.
No has bajado con un pijama y el gorro de dormir por poco. Te acompaña un conductor ocasional. Has tenido momentos de coincidencia en fiestas y en momentos de charla, pero nunca con la idea de familiaridad, ni de profundidad para necesitarnos contraponer nuestras visiones en días de decisiones, ni tan siquiera nimias.
Debido a la ausencia de material, la preparación es rápida. Te despides con un aura de sabiduría y superioridad en un medio en el cual tu acompañante, unos días antes, das por supuesto que lo debío pasar bastante mal. Perder una pala. llegar a la prensa, no dentro del barco, sino con las piernas sacadas. Creo que se arrepintieron todos los que buscaron dar una determinada imagen que no conocían, ni tenían preparada.
Siempre, en cualquier río, has buscado un lugar para empezar plácido, con una entrada que te diera margen a colocar la piragua sin tener que hacer ninguna filigrana. Durante al menos cincuenta metros, todo parece que irá como la seda. Incluso el Cinqueta, en las dos veces que lo baje, te ofrece 200, para luego lanzarte a un carrusel de emociones. Aquí, a los 10 metros descubres que la decisión de no darle importancia al agua y todos las circunstancias que te rodean, te van a hacer más que el agua, en este caso, una película de ella, pues no hay profundidad y tienes que mover la embarcación tanto que permites que el agua anide dentro. Mala cosa, tanta agua, molesta y dificulta las maniobras.
Te sales y ya esa superioridad anterior, se va disolviendo en el azucarillo de la risa de quien ve que sales para achicar agua y vergüenza propia.
De todo se sale aunque sea con el rabo entre las piernas. No mucho más lejos ves toda la maleza baja por la que tienes que intuir la salida a un laberinto en la que te has dado cuenta que te hayas atrapado
Tu cabeza será la solución, piensas, pero no por utilizar sus neuronas que ya has comprendido que su uso real es que te patinaron y se escurrieron en fuga ante tanto desatino. Esa testa lo que si va a ser, es el ariete con el que vas a atacar ramas, de todo tipo, afiladas, contundentes, en fin, primaverales. No queda más remedio, mi la visión de lo que has ido a buscar te da un alivio. Nada por aquí, nada más allá, además que es donde quiero llegar para así de este infierno.
Te agachas, te desgarra una rama; te vuelcas, te entra agua; la primavera, no tiene luces. Pierdes una pala pero la que ahora llevas quieres que sea un hélice que deshaga hojas y palos, o una lanza que embista los crueles y risueños árboles de ribera que te han derrotado. La caída fue interminable, pero el recorrido era mínimo.
Intuyes que el puente árabe no perdió nunca su consistencia y que el compañero sonriente, comprensivo, recoge los despojos de tu autoestima.
Sales del agua, como aquel día en el que eras líquido y te das cuenta que anda, sin hundirte. Tu agua es una piedra que te abre pasos
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