Me han puesto en un compromiso, no sé si ponerme pajarita o corbata para el desfile por la alfombra gris.
He luchado mucho por la mediocridad y creo que estoy en disposición de hacer honor a mi esfuerzo. Sólo falta que me lo reconozca un número suficiente de preclaras ideas comunes que hayan sido lanzadas con la suficiente fuerza por el dardo de la voz mañanera
Durante 31 días y 1000 noches cogí el libro, fui rompiendo cada una de sus hojas y por horas, minutos, segundos busqué como introducir cada una de las piezas de un puzzle a las que clamaba necesaria, por alguna ranura recondita de acceso a mis neuronas. Estas, asustadas por querer ser tan invasivo, clamaban a mis huesos, músculos, tendones y sentidos, piedad si ya no era consciente de las posibles debilidades que se anidan para un verano que dura apenas un vuelo
Pedían que hicieran todo lo posible para que yo contuviera mi ansía por ser un hombre gris. Había tardes que me mandaban que jugará con la voz, que la impostará, que la explotará en mil pedazos o que la susurrará sobre un plato de lentejas, por si estas pudieran hacer una danza de multitudes. Cada una de ellas, buscó subirse encima de la otra, se lanzaba al caldo de vegetales con esencias a tierras y luego se ofrecían para que otras las subieran y sintieran el placer de entrar en ese líquido calentito que iba despacito a mecer las orillas de ese plato.
Otros días, embutido en ese abrigo, indefinido ante el arco iris, un viento me desplegaba la capa y una calma se posaba sobre mi cuerpo como un traje de hormigón. Nada avanzaba, todo se sometía a un cemento fraguado y sólo con mi mirada buscaba que la vida pugnará por volver a hacer vibrar a mi cuerpo.
En el espacio encontraba sendas con serpientes en los árboles, animales que corrían asustados por esos pasadizos; piedras que el viento había horadado a la vez que las aguas apaciguaban sus juveniles ansias en picos de emociones. En esos días, desde las cimas olvidaba que se veían los pantanos donde todo era controlado, donde los árboles se ahogan con sus hojas despidiéndose de sus esplendores
Un día me insinuaron "embracing mistery", I'll be sleeping by myself me dijó Eddie Veder; escucharé mis deseos, querré aceptarme aunque en el barco las cuadernas se cuartean y las velas insinuan rasgarse. No será el mejor navío pero veré a las aguas tragarse a todo un Sol.
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