Entra en un lodazal, rebozándose; no necesita nada, sólo aplastarse para ser desparasitado.
Se sube la escalera dándote en los tobillos. Los ojos desarbolan la cima, entre medias cada escalón ha sido comido por el bicho más pequeño y feroz que anida en nuestras columnas a las que un día, anclamos, a la vez que abandonamos, por si los cimientos pudieran mantenerse sin que nosotros les amaramos.
Nada es estable pero todo se juzga desde la misma atalaya. Parece normal que aquellas columnas sirvieran para tantas cosas y por durante tanto tiempo y sin embargo. Todo parece desmoronarse
Los fariseos nos hablan con la dulzura de un azúcar químico, con la contundencia de una testud sin cerebro; con la fijeza psicótica de un opiáceo.
Tantos mantras lanzados como en una competición de escupitajos parecen que no solo pringan a los receptores, parecieran que alguno se queda en su punto de salida y eso da una sensación de babas o de espumarajos de rabia.
Cuando ya te acostumbras a verlos de tal guisa, los rayos lanzados para hipnotizar muestran esos líquidos como de una cultura del esfuerzo. Tú, se lo concedes, porque aquel espacio te lo mostraron como la piedra angular y la trepanadora de las mentiras repetidas te las insertaron en el inconsciente.
Te pasará como un susurro la entrevista a Joaquín Bosch en carnecruda.es donde afirma que el franquismo fue corrupción, con datos de tantos libros, el penúltimo el de Antonio Maestre o el de nuestro interlocutor. Fue desde arriba a abajo y sin embargo miras ahí, dónde estás porque eres sumiso al poderoso.
Otro día, te explicarás con algún sortilegio el porqué creíste en un bluff. Te sacarán otra vez el pañuelo y creerás al huevo que te muestren y olvidarás que hablaste de Albert Rivera como ejemplo de ya no te acuerdas qué, mientras te miro por si tantas vueltas dadas a tu traje no te terminan ahogando.
No te preocupes, siempre seguiré siendo ese diferente y en el horizonte ya te han puesto un nuevo Toro con el que inseminen sus mentiras, con esas gónadas en las que basas tus sueños de potencia.
Algunas noches, momentos antes de despertar, una idea te cruza la cabeza: ¿serás fruto de un experimento de como inseminar la inteligencia artificial a través de las basuras y mentiras?
Te revuelves en el último momento, horrorizado por saber con qué te viste hoy, ese criador
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