En ella, alguien coordina para quien llegué pueda sentirse ser humano. No existe margen para que eso no ocurra.
Si como dicen otros más poderosos, la presión para que ese campamento sea un nicho de especulación y desprecio al ser humano, existirá. Se insinuará con la prensa que lance ofensas o con los enviados que enseñen sobres como pañuelos, en un traje para una boda. Él no le permitirá.
Sabe que en Guadalajara, muy lejos en el espacio, pero cerca para lanzarle una voz de ánimo o un gritito de locura, una comunidad le cuida.
Apaga la luz de la habitación y ese aire marino le llama para que masajee sus pies cansados con una arena que ahora, a él le abriga. Llegará algun migrante que la tomará como una primera manta sobre la que secar la humedad de los momentos de pánico.
Mientras pasea, las estrellas hundidas de la poesía de Javier Gallego, "como si nunca", se reflejan sobre el techo infinito del universo.
No se atreverá a contarlo, porque la estrellas fugaces las vió, una vez, tumbada desde la cuesta que va a Carrascosa en el mes de Agosto. Pero, de vez en cuando, una se le acerca, tanto que cree que esa luz de hará perder la vista.
Por dos razones eso no será posible.
- Primero, porque él ve al ser humano, sobretodo al desválido, con los ojos que se le instalaron en el corazón que tienen la facultad de abrazar.
- Segundo, esa luz se proyecta sobre una pantalla que le surge del mar. Quizás sea Bouhta, quizás sea Aisha quien mire y le acerque la mano.
Cuando empieza a viajar por el espacio, teme que al día siguiente no este a tiempo para seguir preparando el campamento. Ese temor sólo le dura un segundo.
Ella, delante su cabaña sonrie a su padre y madre. En sus brazos lleva una pequeña, y en sus entrañas algo le dice que alguien vendrá a incrementar la familia.
Detrás de su familia, en el horizonte, sólo existe la tierra quemada. Como lanzadera para saltar al cielo, ve la montaña que lo besa. Allí, sin embargo, se fue su marido; no hace mucho ha llegado la noticia que ha muerto, extrayendo coltán. Le dicen que se llama.
Sus progenitores han comprendido que allí, ellos no le pueden dar más. Ella les dijo, días después de la tragedia que debía darles una oportunidad a sus hijas. La maleta aún está húmeda de todas las lágrimas derramadas.
Durante el viaje, aún no comprende Alejandro como tal cantidad de kilómetros se pudieron hacer en semejante condiciones.
La vemos ya en la playa, enfrente de aquella en la que alguien duda si será útil, siendo honrado. En un sobre lleva el dinero con el que pagará al mercader que en su muñeza lleva una enorme bandera, da igual de que pais.
Ayudó a su padre y hermanos en la pesca. Sabe que la barca en la que monta tiene tiene la fragilidad como madera y casi el manillar de un monociclo. Debe partir; la niña está exhausta y ella, casi "fuera de cuentas".
No, no viaja sin conocimientos, alguien le dijo: "se hunden en el agua, como una tormenta en el mar".
Botan aquellas tablas unidas. Montan de forma precipitada.
Nuestro protagonista, prepara el lecho de la pequeña con un muñeco para que a su llegada apacigüe la inmensidad que no tenía la cabaña de la abuela.
A su llegada les habra preparado el beso de la bebida que les sacie, el abrazo de la dignidad que les cobije, el alimento que les fortalezca ante quienes, como los pobres de "las uvas de ira" que creen que los aún más desfavorecidos, son sus enemigos.
Descansa porque ya la luz de tu esfuerzo viaja para enseñarnos lo posible
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