Las palabras, casi brutales de Lou, bajan desnudas la escalinata para posarse sobre la playa donde se clavan las uñas de un Usman, exhausto y desorientado.
He llegado, balbucea, hasta aquí con tantas noches que el Sol parecía haberse vestido con un traje de caverna. Cuando alguien se acercaba hacía mí, lo único que percibía eran que mis recuerdos se habían convertido en cuchillos que buscaban hacer pequeñas hendiduras en mi s pies que seguían la inercia de buscar.
Harry no se encuentra en su mundo y yo no sé si existe un mundo donde no haya tantos látigos escondidos en las palabras que me enlazan en las cárceles móviles, de los países de cristales rotos .
La noche es fría y los que quedamos, respiramos la arena mojada; se van, no puedo creo, que cada uno de mis músculos, un día de hace sólo un año, temblaban por la fuerza que movían carros llenos de hierba, parece ahora diluirse en granos que se desaparecen con la ola que se vuelve.
Alguien llega, no veo más que la capa de mi derrota y sin embargo, sus palabras secan mis terrores. No espero nada, pero su voz tamiza algunas cuchillas que empezaban a seccionar los tendones que me sujetaban a la imagen de las lágrimas de mi madre.
¡Qué palabras tan raras!, no las entiendo y sin embargo tienen la consistencia de las tablas de aquel barco que se llevaba nuestros productos, nada que ver con la desunión de maderos al borde de los dientes de la carcoma, en el que me vi obligado a arrojar mi futuro.
Por la derrama de calor que se me inocula, atisbo a sentir algo que alivia la desnudez de mi estómago, entra como los primeros besos de aquella compañera de clase, que se acercaba viajando en los rayos de nuestras miradas. Ojos de almendra, rodeada de las flores que las alumbraron, labios, apenas preñados, que invitan al conocimiento de una lengua exploradora. Su cuerpo, ya adolescente, mostraba la esbeltez de las montañas lejanas.
Todo ello, me hizo levantar la mano encerrada en el castillo de arena, para intentar tomar yo, el alimento y sentir que volvía a tener control de mi pobreza y la daba mi propio aliento.
Soy Usman, exhalo en un hilo de voz que lanzo para que sea tomado por alguien. Si, pronuncia alguien, te lo oído, alguien dice en el lenguaje que exploré entre los pupitres.
De forma inconsciente lo he debido repetir más de unas cien veces como cebo para que picara algún ser humano que me percibiera como tal. Ha debido ser así, porque, de repente, como en un coro, escucho algo parecido a mi nombre, en una melodía divertida que varias voces entonan para golpear mi cabeza hasta que va penetrando en el cerebro para convertirse en los ritmos con los que lanzaba mi cuerpo a los frenéticos movimientos que conectaba a todo nuestro poblado.
Usman abraza los Harry que se lanzan al vacío de encontrarse, para nacer a una nueva oportunidad; durante cinco años él, fue sintiendo la cuchilla de las codicias humanas que trataban de seccionarle el fino alambre sobre el que columpió los dedos de sus pies desangrados.
Ahora Usman busca dar la oportunidad de reconocerse en sus raices, para no ser quienes se fueron desconfigurando entre surcos sembrados de cizaña.
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