He cogido un papel por el suelo, tenía letras por aquí, por allí, como sin orden, pero para mí tenía toda una historia de amor que estaba en mi mano darla forma.
Tras un tiempo meditando, moviendo la hoja para un lado o tumbándola para otro; buscando como aquel padre que me indicaba que poniendo las canciones al revés, había un mensaje diabólico, he decidido construir un barco de papel.
Me ofenden sus chanzas, porque crean que mi embarcación no tiene consistencia para transportar personas.
Pues claro que si; claro que consigue atravesar mares y océanos e incluso llegarán a remontar el Amazonas donde encontrarán la tribu que nació y descendió con las primeras aguas que salieron a este río.
Cuando le he dado forma, con la colaboración de varias hojas que se me han ofrecido para formar parte de este proyecto tan sugerente, he corrido entre las nieves, apoyado una vez más, en mis bastones de esqui, para descender por el barranco hasta llegar a las inmediaciones del río Henares.
Allí, me he revestido de tanta pericia,de tanto valor como inconscencia para acercarme por una zona resbaladiza, más profunda de lo habitual en este río, para botar por ahí mi nave.
Esperaba que la navegación fuera lenta por estar el agua a punto de la congelación. Pero parecía que hoy todo sería raro. De repente ha empezado a remontar; buscaba las orillas para tomar las contracorrientes y gastar menos energía.
Cuando encontraba alguna rama caída que tapaba toda la zona de agua, utilizaba algo que no se me habría ocurrido en mil vidas que hubiera vivido. Buscaba a un terraplanista, seguidor de teorías conspiranocias, que andaban acampados por las orillas, habiéndose construido cabañas o en estos días igloos, con la pericia que le dan un catálogo del teniente Tamponica, de origen osasunes, y le explicaba como aquel obstáculo había sido enviado allí, para que ellos se demostrarán su amor a la patria, que era la naturaleza en su estado puro e inmaculado.
No salió uno, fueron varios, ataviados con la ropas más estrambóticas que mente naviera pudiera haber imaginado, incluso el primo del loco que se había marchado a Toronto pensando que allí, tenían "piletas" abiertas en pleno mes de Enero. Todos ellos al unísono, se arrojaron sobre las aguas, como crédulos que eran, para andando sobre ella, el barco pudiera remontar.
Por supuesto, todos fueron cayendo, unos encima de los otros, creando una, aquí fue el amigo de la pampa fue el que impuso el nombre, una bombonera. "E la nave va", eso es lo que pudieron sentir aquellos seres amnistiados por la demencia.
Si, remontó y siguió mi creación, hasta yo perderla de vista y no haber vuelto a saber nada de ella, en meses.
Quizás lo único que pudiera añadir para ilustrar su grandeza, sería que cual arca de José, recogió dos castores, con los que de forma "acuántica" había conseguido hablar horas antes, a través de las ondas rebotadas sobre el hidrogeno del agua y pedirles que desgastarán aquel árbol de forma silenciosa.
Cuando salieron nuestros iluminados, aunque se dieron cuenta del desgaste que había sido producido por nuestra pareja de rodeadores; se pusieron a golpearse de forma violenta y risueña para darse calor.
Ahí, los dejé, iluminaban con la contundencia de sus patadas y sus puñetadas aquella desértica orilla.
Sus ilusiones habían sido colmadas. Habían sido "los elegidos", para iluminar lo tenebroso
Desée que desplegará sus velas-alas para alejarse lo antes posible de tanta sinrazón
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