Un joven viaja en un autobus en la noche de fin de año. De inmediato comenzará un nuevo año. Las celebraciones son por lo viejo y por la esperanza de lo nuevo.
Nadie le acompaña; atraviesa, de parte a parte, un país desconocido. Aunque llegué a tiempo para ver los fuegos artificiales, no se siente parte de ese espectáculo.
A miles de kilómetros en el espacio, tal vez más en el tiempo, dejó sus parientes, se embarcó hacía sueños que ahora le golpean con la realidad.
Cuando baja en la estación terminal, un desequilibrado le ataca con un cuchillo. No debiera estar ahí, ninguno de los dos, el último porque necesita una ayuda que el sistema médico no ha sido capaz de darle. Debiera tener un apoyo y un control que necesidades más comerciales, han olvidado que son la realidad de este país.
El segundo, que ha viajado durante el día a ver el Atlántico Oeste, salvaje, no domesticado; al contrario del de la costa Este, debiera aceptar que ya forma parte de su nueva comunidad; con sus compañeros de trabajo, sus vecinos. Pero hoy no; hoy era un día solo para él, para concienciarse de su debilidad. El ataque, por contra, le ha puesto enfrente de una medicina que le considera parte del país. Despierta dolorido, rodeado de atenciones. Liberado del sentido de la culpa
PorCausa: Regularización, viajamos juntos Recupera lento, él ya es parte de su nuevo país, contribuye a levantarse a una sociedad herida con otra dentellada del cuchillo afilado, desgarrador del fascismo.
No hace mucho, esta sociedad, de apariencia exquisita, sufrió el salvaje ataque de una mente débil, alimentada por la "manipulación" de seres que ante la culpa por los asesinatos se proclaman inocentes, pero en sus proclamas a las armas, les han puesto manos:
- En los datos vertidos en medias verdades que algunos reclaman poder proclamar como ciertas. Aterrador mensaje, veneno étereo que se inocula en una sociedad desprevenida ante tanta iniquidad. Aceptar la mentira como alimento para hacer crecer el tejido social. Cáncer en el que algunos sueñan con ser los chamanes alocados en fútiles plegarias para esa metástasis
- En la pérdida de identidad, de unas costumbres que están impregnadas en el cada día vivido, en escuelas, hospitales y frios que les tiende una capa para un picnic casero.
Rugía un enemigo de los símbolos, que no son nada, sin las avaricias de los que están arriba y quieren el enfrentamiendo de los que se tienen que repartir la miseria. El cazador se prepara con las armas empozoñadas de los ideales, que no tienen el cuenta a su vecino, el niño que añora la mano de la hermana que le visita para saciarle la mente, ávida de cuentos pero también de las nuevas realidades del incipiente amor adolescente juvenil de ella. Ella, risueña, le masajea un corazón volcado en descubrimientos.
Estamos, pudiera ser en Noruega, pudiera ser en cualquier otro país que se cree al margen de las catástrofes cotidianas de paises empobrecidos o caídos en las garras de sátrapas con sueños de ser un dios.
Al culpable de esa gran matanza, en un primer momento, estas sociedades lo busca entre "los de fuera", como buscando consuelo en señalar a "los ellos" y aliviarse de no haber sido de "los nuestros".
Alguien llamará a puertas y buscará encuentros dentro de esa sociedad, imprescindibles para respetar a quienes la sufrieron; necesarias para quienes, parecen haberse quedado en "stand by" y sin embargo, estando rodeados de una infancia que necesita encontrar las sendas, ahora, anegadas por lágrimas
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