Llevo tres semanas, con la basura en mi casa. De nuevo me asomo al balcón, espero encontrar ya en la calle, por fin, el contenedor que se llevaron o si no puede ser él, pues otro; aunque debo confesar que con tanta cercanía me gustaría que volviera el mismo. Algunos otros vecinos, hace días que decidieron alejar el mal olor de su casa y compartir la nauseabunda brisa con la sociedad.
Pocos, no tampoco esta vez yo, decidieron por su cuenta buscar los puntos limpios donde tratan estos residuos de forma profesional. Vieron la deficiencia, la reconocieron y la resolverán pero antes, prefieren buscar la resolución inmediata de este grave problema para nuestra salud, son conscientes de las imperfecciones y contribuyen a minimizarlas
En esta cruda madrugada insomne, atracadas la pituitaria por la descomposicion de nuestros dependientes intestinos, en su busca de energias, zurcimos nuestras aparecidas debilidaes, y sin embargo, miramos desafiantes al vecino que con caminar mareado vaga, quizas avergonzado a dejar sus basuras aguantadas al limite.
Me rindo, yo también bajo la basura, con una ropa comprada en el remoto lugar donde erró un robinson ahogado; tapo mi cabeza, mis ojos, describo curvas de otro porte, sujeto mi ansia de liberacion cuando comienzo aderezar este coctel de vapores diabolicos. A mi lado, camina, con las mismas bolsas, con basuras demandadas en el mar amurallado, ya habiendo huido de las tierras sometidas, el caballero que salió a cambiar el mundo entre molinos de aspas democráticamente esparcidoras, a taberneros de ansias beodas, a pillastres resguardados de rocas inactivas. Me sonrie, a mi, que creyéndome superior, estoy en el medio de la carretera, imposible subir hoy la cera. El si que pudó subir el bordillo; yo, ¿imploro?, a la vez que me empieza a hablar, me tiende la mano.
Sabes, me pregunta, que soy quien entro en esos contenedores para perfurmarlos en sus próximos viajes; en contra de lo que creéis esta sociedad acomodada, no, no tienen patas; se lo robaron anudadas sonrisas, impunes e inmunes; y que por mucho, que me mires, entre los comedores de infantes exhaustos, o en pulcras plazas, que sueñas llenas de cuadros sin culpa, yo estoy aquí. siervo y los contenedores, ahora ya revestidos, si caminan, llenos de los morados clientes, adornados de diamanteteñidos plasmas a las islas del "siempre recibe sin parar, ya que protegidas están"
No, no mires, para empobrecerte, entre mi tristes necesitados rotos. Descubre a los crápulas patrios que ahítos de migajas, robaron en cada manzana contenedores, ceras, señales, paseos sin sol, para lograr ser dignos ante los cocineros de tartas. ¿Tanto amamos y dependemos a los experimentadores que preferimos seguir siendo sometidos al odio próximo, irracional?
¿Tan bajo esta la mirada humana de la justicia social, para someternos a nuestros propios odiadores, que primero apuntan al extranjero, para luego volverse a quien como yo estaré distante?
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