viernes, octubre 18, 2013

Están dos en un bar. Discurso ficticio de Luis Britto García

No voy a decir que atufados, ni mucho menos, porque son dos seres apreciados y de rancia raigambre. Además, por el contrario parecen tranquilos, en sus cabales, equilibrados en su pose; te sientes invitado a acercarte, en la cercanía, por el contrario, el tono es cuanto menos desafiante, parece haberse convertido este bar, en el bar universal que se ha impuesto hoy en día, donde entran seres vociferantes, disparan su absoluta certeza y si levantas la vista, es que también habías levantado la mano y el duelo ya está montado.
 Ante ello, sin espejo donde mirar la situación trasera de estos pistoleros de la certeza que ahora nos será presignada por ley, te embarcas en la enésima especulación sobre si la lesión de la modelo de la última página es una protusión o es que la conducción de la misma, aún denotando desnudez por su juventud puede atraer peligros para los demás pilotos. Estudías, por tanto, con un cierto interés científico donde situar el mal que ha llenado tantas hojas últimamente. Dudas, pero al final te convence el conjunto, más que la visión esquemática de la zona dañada. La unión del grupo lleva a obtener unos resultados cuanto menos acordes con lo presupuestado en un primer momento. Aceptada esta postrera parte como el indice de los mundos vividos

Y por otro lado, ¿qué esperabas de estos seres?.

Hablan de quitar de nuestros lugares más bellos, más monumentales, la gente que desentone con ello. Pardiez digo yo, escamado, ¿de quien osáis hablar?


Me miran como a un extraterrestre, como si fuera el idiota al que un fanfarrón con micrófono le prendería fuego o le haría explotar. ¿En qué mundo vives?, estos seres que desentonan en la plaza, son los que expelen el pútrido olor de las cañerias cegadas para ahorrar costes en la construcción de nuevas residencias.

Estos villanos, dicen ellos, que lodazaron las barriadas lejanas con sus aguas fecales, para evitar ser percibidos en su cercanía como traidores, pasándoles el muerto, a las otras barriadas naciones, siempre enemigas.

Si, no podemos soportar, ya inyectados mis interlocutores sus ojos en sangre, a estos seres que deambulan úfanos por los soportales de las plazas mayores, asqueados de cafes con leches y bendecidos por los bacales vapores, mezclados con los querosenos que les ayudan a trasladar satanales billetes desde su su coreado amor a la patria a su singular cueva.

Trato de interceder por ellos: ¡son seres humanos!, afirmo. Los monumentos del pasado, tienen que tener la viveza en las telas de los seres corrientes de hoy.

Es decir, la palabra, corriente y los dos seres, al unísono, clavan con sus voces las uñas que abren las vías de mi cuello licuado. Me asaetean con preguntas tales como ¿quieres tú exhibir en la "parte noble de la ciudad" a quien pone la conducción de tus esencias, con el pernicioso manantial que saciándoles, dragó la voz de las aulas poetas; desgastó con su ácido, el martillo que moldeaba el ciclista que escalaba o saló las amorosas comidas de manos de huertas?

Me voy aún recorrido por el rojo borbotante del niño que busca ser amamantado por el pecho inerte de quien salió de las secas tierras, reinadas por herederos hermanos que representan dioses impuestos por el miedo hacia el sanguinario gregario, para después caer en las garras de las aguas asfixiantes que aniquilan la esperanza legítima para el ser naciente.

Salgo pensando en estos bares tallados de baldosines puñales

Sangra el futuro que cimentó sobre la opresión

 

Discurso ficticio creado por Luis Britto García en un texto publicado en 1990,
donde su personaje “Guaicaipuro Cuatemoc” le cobra la deuda a Europa.
Luis Britto García (Caracas, 9 de octubre de 1940), es un escritor, historiador, ensayista y dramaturgo venezolano.
Con motivo del Día de la Resistencia Indígena, escribió el texto «Guaicaipuro Cuatemoc cobra la deuda a Europa», que fue publicado por el diario El Nacional de Caracas, el 18 de octubre de 1990.
En este texto de ficción, Britto reflexiona sobre la deuda que tiene Europa con América y con qué palabras un indígena americano podría reclamar t
La obra, escrita en forma de epístola, fue luego difundida por internet con el nombre de «Conferencia del Cacique Guaicaipuro Cuatemoc ante la reunión de los Jefes de Estado de la Comunidad Europea», haciendo creer a la gente que un verdadero cacique indígena pronunció esas palabras en una conferencia internacional. Si bien el personaje es ficticio y la presencia indígena en tal conferencia jamás ocurrió, el texto contiene una reflexión sobre el tema de la conquista y sobre el desarrollo de Europa a través del uso de las riquezas naturales de América.

12 de 0ctubre: Día de la Resistencia indígena
Guaicaipuro Cuatemoc cobra la deuda a Europa
Aquí pues yo, Guaicaipuro Cuautémoc, he venido a encontrar a los que celebran el Encuentro. Aquí pues yo, descendiente de quienes poblaron América hace cuarenta mil años, he venido a encontrar a los que se la encontraron hace quinientos. Aquí pues nos encontramos todos: sabemos lo que somos, y es bastante. Nunca tendremos otra cosa.
El hermano aduanero europeo me pide papel escrito con visa para poder descubrir a los que me Descubrieron. El hermano usurero europeo me pide pago de una Deuda contraída por Judas a quienes nunca autoricé a venderme. El hermano leguleyo europeo me explica que toda Deuda se paga con intereses, aunque sea vendiendo seres humanos y países enteros sin pedirles consentimiento. Ya los voy descubriendo.
También yo puedo reclamar pago. También puedo reclamar intereses. Consta en el Archivo de Indias, papel sobre papel, recibo sobre recibo, firma sobre firma, que sólo entre el año de 1503 y el de 1660 llegaron a Sanlúcar de Barrameda 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata provenientes de América.
¿Saqueo? No lo creyera yo, porque es pensar que los hermanos cristianos faltan a su séptimo mandamiento.
¿Expoliación? Guárdeme Tonantzin de figurarme que los europeos, igual que Caín, matan y después niegan la sangre del hermano.
¿Genocidio? Eso sería dar crédito a calumniadores como Bartolomé de las Casas, que califican al Encuentro de Destrucción de las Indias, o a ultrosos como el doctor Arturo Uslar Pietri, quienes afirman que el arranque del capitalismo y de la actual civilización europea se debió a esa inundación de metales preciosos.
No: esos 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata deben ser considerados como el primero de varios préstamos amigables de América para el desarrollo de Europa. Lo contrario sería presuponer crímenes de guerra, lo cual daría derecho, no sólo a exigir devolución inmediata, sino a indemnización por daños y perjuicios.
Yo, Guaicaipuro Cuautémoc, prefiero creer en la menos ofensiva de las hipótesis. Tan fabulosas exportaciones de capital no fueron más que el inicio de un Plan Marshalltzuma para garantizar la reconstrucción de la bárbara Europa, arruinada por sus deplorables guerras contra los musulmanes, cultores del álgebra, la poligamia, el baño cotidiano y otros logros superiores de la civilización.
Por ello, llegado el Quinto Centenario del Empréstito, podemos preguntarnos: ¿han hecho los hermanos europeos un uso racional, responsable, o por lo menos productivo de los recursos tan generosamente adelantados por nuestro Fondo Indoamericano Internacional?
Deploramos decir que no.
En lo estratégico, los dilapidaron en batallas de Lepanto, Armadas Invencibles, Terceros Reichs y otras formas de exterminio mutuo, sin más resultado que acabar ocupados por las tropas gringas de la OTAN, como Panamá (pero sin canal).
En lo financiero, han sido incapaces -después de una moratoria de 500 años- tanto de cancelar capital o intereses, como de independizarse de las rentas líquidas, las materias primas y la energía barata que les exporta el Tercer Mundo.
Este deplorable cuadro corrobora la afirmación de Milton Friedman según la cual una economía subsidiada jamás podrá funcionar. Y nos obliga a reclamarles -por su propio bien- el pago del capital e intereses que tan generosamente hemos demorado todos estos siglos.
Al decir esto, aclaramos que no nos rebajaremos a cobrarles a los hermanos europeos las viles y sanguinarias tasas flotantes de interés de un 20% y hasta un 30% que los hermanos europeos le cobran a los pueblos del Tercer Mundo. Nos limitaremos a exigir la devolución de los metales preciosos adelantados, más el módico interés fijo de un 10% anual acumulado durante los últimos trescientos años.
Sobre esta base, y aplicando la europea fórmula del interés compuesto, informamos a los Descubridores que sólo nos deben, como primer pago de su Deuda, una masa de 185 mil kilos de oro y otra de dieciséis millones de kilos de plata, ambas elevadas a la potencia de trescientos. Es decir: un número para cuya expresión total serían necesarias más de trescientas cifras, y que supera ampliamente el peso de la tierra. Muy pesadas son estas moles de oro y de plata. ¿Cuánto pesarían, calculadas en sangre?
Aducir que Europa en medio milenio no ha podido generar riquezas suficientes para cancelar este módico interés, sería tanto como admitir su absoluto fracaso financiero y/o la demencial irracionalidad de los supuestos del capitalismo. Tales cuestiones metafísicas, desde luego, no nos inquietan a los indoamericanos. Pero sí exigimos la inmediata firma de una Carta de Intención que discipline a los pueblos deudores del Viejo Continente, y los obligue a cumplirnos sus compromisos mediante una pronta Privatización o Reconversión de Europa, que les permita entregárnosla entera como primer pago de su Deuda histórica.
Dicen los pesimistas del Viejo Mundo que su civilización está en una bancarrota que le impide cumplir sus compromisos -financieros o morales. En tal caso, nos contentaríamos con que nos pagaran entregándonos la bala con la que mataron al poeta.
Pero no podrán: porque esa bala, es el corazón de Europa

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