No, no fue fácil tomar la última fotografía con la cual ella dio por
concluida nuestra relación. Temblaba y no sabía lo que significaría aquel
tiempo intenso, pleno, deslumbrante, mágico, para mi inmediato futuro que lo
había perdido por estar embebido en absorberlo todo, como un principiante, como
alguien que cogía por primera vez ese tren en el cual me había acomodado para
lo que creía un largo viaje.
Sin embargo, ahora, cuando el carrete estaba aún por estrenar, ella se
ofrecía para que mi coche fuera el último testigo de que existimos juntos, por
un tiempo nos buscábamos, nos amamos, nos exploramos; vivimos la pasión, como
nos la escribió la poesía de Neruda, tan plena como real en su final:
Porque en noches como esta, la tuve entre mis brazos
mi alma no se contenta con haberla perdido
Y en aquella triste despedida, no quisimos renunciarnos a nuestros juegos que hubieran necesitado un yate, y dejamos que
aquella ventana oscura, exploradora, tomará aquella instantánea, única, no explicita de todo lo que habíamos buscado. Cuando la quise revelar entre aquellas de años de viajes para juegos de competición, de compartir fines de semana, con compañeros de emociones deportivas, que en aquella última época tanta sonrisas y locuras contemplaron entre jóvenes que se habían involucrado en una común aventura. Esa foto con ella, no apareció, su cara, su cuerpo parecían no haberme querido concederme el alivio de su visión.
Yo la quise, y a veces
ella también me quiso
Si, como gran reproche, comentó la ausencia de momentos de entrega por mi parte, a nuestro principio de vida común, pareció como que la foto velada, había sido un deseo cumplido suyo de no participar en el altar de los recuerdos de mi vida, tan, a veces, cambiante;
Como no haber amado, sus grandes ojos fijos
y sin embargo, años pasados, fue ella la que ha asistido en tantos y tantos momentos en lo que su presencia, quizás con su razón, hubieran calmado el miedo a haber querido
Como para acercar mi mirada la busca
mi corazón la busca, y ella no está conmigo
Pasaron las luces de estar alumbrando proyectos e ilusiones de encuentros ganadores o al menos, de mutuo respeto. Nos instalamos en cuevas, herméticas para las luces que nos guiarán a algún respiradero
nosotros los de entonces, no somos los mismos
Nos volvimos a construir pero ya, dejados de las palabras con las que embarcarse, temerosos de las sirenas que no volverían a mostrar nuestras impotencias. Y entonces, aquella ilusión, resplandecía con la brillantez de la entrega en los abrazos y estos momentos pequeños, nos los ilumina ella,
Aunque este sea el último dolor que ella me causa
y estos sean los últimos versos que yo la escribo
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