sábado, diciembre 14, 2019

Carta de la excavadora

Hola, no sé cómo, pero tengo en mi poder el cartel de la semana de las Migraciones que va a tener lugar la próxima semana de Diciembre, del 16 al 19 en la Biblioteca Pública. En el horario vespertino, a partir de las 19h., van a poder acudir personas de toda la galaxia. Sabrán como se las gastan los de PorCausa, con los troleros y mentirosos, aunque por desgracia sin dignidad para desaparecer en sus villanías.

Y lo puedo explicar por mis particulares características; si, soy una excavadora, con todas las de la ley, muy grande, asustadora, con una pala que puede coger, para que os hagáis una idea, todos los asesores de un gobierno municipal, efectivamente, inmenso es mi tamaño; pero claro creeréis que todo lo baso en la fuerza, y no, tengo una sensibilidad a flor de chapa, por eso, desde mis ejes y utilizando a veces las palancas de cambios, también se hace imprescindible en muchos momentos la marcha atrás, a los humanos les ha sido mala lacción, al menos, insatisfactoria, pero necesaria; y a mí, pues me ha hecho que fuera más imprescindible para mis amos. Y aquí está el quizz de la cuestión, he sido capaz de abrir zanjas, he terminado de tirar árboles que estaban a punto de segar nogales, he tapado agujeros generados por la caída de árboles que ya se habían cansado de vivir y no se sentían involucrados con lo que podía suceder en un futuro, e incluso he cogido un semillero de nuevas vidas y lo he trasladado a un espacio maravilloso, rodeado, eso sí, de animales ansiosos de comerse cada uno de esos tallos, verdes, exuberantes, nutritivos, pura vida; la tarea de proteger a las semillas se la deje a los humanos, débiles pero eficientes en distancias cortas; que curioso protegen a esos animales grandes, y sin embargo, utilizan pesticidas que les manten, primero a las plantas , luego a los bichos nocivos, pero claro, también a las abejas y otros insectos que nos ayudan, con lo cual en un cierre del círculo, nos mataremos a nosotros mismos.

Pero ahora, todo ha dado un gran vuelco, tremendo, dantesco, lanzado al vacio; ahora, quien me había sugerido esas tareas tan reconfortantes, llenas de sentido, de compartir un nuevo mundo, me dice que esconda los dineros de sus amigos.

Si esos amigos, que yo no tengo, por desafección, por estupidez, pero que ellos tienen como en manada, que vienen y parece que todo lo quieren obtener ya hace tiempo.

 Primero, porque me conocen, de forma suave me empiezan diciendo, hola ¿qué tal?, ¡vaya día que hace! saben que a mi chapa el calorcito le da un poco más alegría que el frio helador, que me convierte en un ser intocable, inabordable, agrio. A partir de ahí, creen tenerme ya ganado y entonces dicen mira este dinerito que nos sobra por aquí, porque a aquel tonto el culo le convencí que el fontanero me lo había hecho sin factura, y que yo también lo debía hacer así; y esos otros billetes que afloran de un dinero que se le pidió a aquel necesitado de una buena imagen. Este, yo creo que politiquillo decía, no tenía problemas para salivar también ese tipo de dinero, ¡magia humana! podría decir yo. El caso que quisiéramos que viajará a nuestros paraísos fiscales, por vía intraterrena. Me aclaro, ahora que se dan los diagnósticos por lo vía internet, las compras y tantas otras necesidades que les hemos creado. Van estos comepollas, así lo dijo, yo máquina, carezco de ese atributo, y no suelo mencionar, ni ingerir, dadas las circunstancias, lo mismo nos empiezan a controlar todas nuestras transacciones financieras, y quieren que paguemos más impuestos.

Y entonces me empezó a contar todo su plan: yo, con cualquier excusa debía desaparecer por unos meses y por una cavidad que ya tenían preparada con anterioridad y que les habían servido bien, que se llamaba la cueva de Alig Enova, podría ir horadando, poco a poco, por supuesto saltándome patrias, banderas y otras zarandajas, hasta llegar a aquellos mágicos lugares, donde ellos, en forma de dioses, se sentían eternos. ¡ Pues vaya!, pensé, si todo esto lo disfrutan a lo lejos y pocas veces, casi les debía dar más apuro tenerlo y hacer estos vergonzosos enjuagues, dignos, sólo, de los peores momentos de un cambio de aceite en un espacio natural; pero yo, cuando ando torpe con mi maquinaria, no por eso dejo de cavilar. Al obrero que se ha sentado para que con su pericia, contralará más mis posibilidades, por encima de mis ansias, se lo quieren eliminar, me dicen que cuanto menos testigos mejor.

A la gente a las que les quitan los recursos, les ponen tres monumentos grandiosos y mi rítmico ruido cuando me engrasan y ya, viéndose tan atendidos que no bien, dado lo necesitado que ellos están, dicen que con esto nos vale. ¡Qué capacidad tiene la sociedad para ir retrasando lo de darse barrigazos por los estercoleros y barros y sin embargo, y poniendo ellos mismos, los desechos y los meados para la formación de tan poco glamurosas mezclas!

Y así, sin saber si leeréis mi carta, que ha sido escrita con todo el dolor de mi armazón. Porque os parezca impropia de unas ruedas de tan gran tamaño, pero aun así, las necesidades de los que han sido mis compañeros, las percibo, por eso, desde el próximo lunes día 16, en el Liceo Caracense y en la Biblioteca Pública de Guadalajara, me veréis en cualquier tamaño, pues prefiero esconder mis atributos y así sabréis que no me creo las fábulas y falsas promesas de los ansiosos y que un día, si hubiera que hacer una zanja, sería una reguera para que el agua encontrará caminos para saciar al sediento, aliviar al sofoco, mecer al apaleado.

Me he visto utilizada para lo que decían el progreso pero sin embargo, muchas veces me apagaban las luces para que no percibiera las personas que aplastaba, aunque si a los seres que eran tapados con tantas y tantas paladas que hubo un momento que me insensibilizaron cuando les remontaba y yo, con años de experiencia sabía lo que pasaba y había perdido la sensibilidad en mis cubiertas para percibir el daño inflingido

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