Puedo pensar
en el más pequeño espacio en equilibrio. Una belleza por cuidar, con cada una
de las acciones en las que me pueda embarcar.
Puedo,
incluso, no encontrar la salida, porque entre la bruma, el frío, el viento, el
humo, el todo por hacer, me hayan cerrado en un espacio lleno de abrazos perdidos,
de esfuerzos en el que continuar a aquellos seres.
Pero ya en la ciudad, hoy,
apaciguado, hasta que meto un pantalón, en la lavadora, con bolígrafos que
diseñan la catástrofe, que es un azucarillo, me he visto asaltado, asombrado por
un documental que me ha atraído por su nombre, por su introducción: The act of
Killing (Director's Cut).
Veo perplejo
como mentes perturbadas, introducidas sus seseras en celuloides de series B,
son capaces de justificarse en el asesinato de miles de seres humanos,
previamente nominalizados, de forma machacona, numeralizados por intereses que
se escapan a sus espasmos de acciones inmediatas: eran comunistas en Indonesia.
¿Qué seres
enfermos de poder, psicópatas de su burbuja en la destrucción escriben para
despersonalizar cada una de las personas que emitieron su esperanza de futuro
en una urna, votando a opciones que hablan de justicia social y valor a la ciudadanía
por encima de los intereses privados?
¿Cómo se le
permite a alguien seguir con su pantomima de satanizar al que llama levantisco,
siendo él mismo, una persona desleal, mercenaria y traidora a un pueblo que le
confío su seguridad?
¿Se creen
ellos, también, actores de una historia que les llamará héroes en cabezas
mimetizadas, minorizadas y asesinas?; ¡qué locura escuchar las descripciones de
sus técnicas de exterminio al objetivado: comunista! eliminado el esfuerzo de
caminar por sendas para descubrirse
Vaga el
asombro de contemplar a seres zafios, banales, soñadores actores en cada una de
sus escenas de cotidianeidad en las que se sumergen con su maquillajes de vísceras
desgarradas, bisuterías de sangre destilada en cianuro y bellezas anestesiadas
con carmines de oprobio en sueños de labios hechizados por ojos que no pueden
olvidar el inquisitivo porqué de unas órbitas que ansiaban la vida
Y ahí,
siempre carnavalescos cuerpos vagan ante lo superficial, clientes de una
sociedad de consumo para anestesiar la sima de su desmesura asesina; armonizada
en dos imágenes que su mente no fue capaz de adquirir por la hondura de la
hecatombe de ser ellos justicieros.
Asombro, tristeza infinita, la vulgaridad al servicio de mentes perversas. El entrar en un bar, con las manos en sangre, para ufanarse de haber matado al poeta, a quien te hacía tener la palabra, contemplar el sol con tus paisanos; para, ahora ya si, sentirse bestia, humana, pero bestia. Y la niebla del invierno, le será el velo de su corazón muerto
Asombro, tristeza infinita, la vulgaridad al servicio de mentes perversas. El entrar en un bar, con las manos en sangre, para ufanarse de haber matado al poeta, a quien te hacía tener la palabra, contemplar el sol con tus paisanos; para, ahora ya si, sentirse bestia, humana, pero bestia. Y la niebla del invierno, le será el velo de su corazón muerto
Un cuento,
sádico, de Navidad
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