Emocionante narración de un "villancico de Navidad", en la cadenaser.com
¡Qué lío me he puesto a jugar a las cartas y aparece Apollonia y me digo que hace esta chica por aquí, en medio de tantas cartas marcadas!.
Para ser verdad, no estaba seguro que esa carta en particular permaneciera mucho tiempo en mis manos, yo mismo le había expuesto a tantas mentiras que sabía que por cualquier lugar le atacarían.
No podía esperar, me imagino que tampoco ustedes, que ella cogiera aquel día la bicicleta, ¿por qué?si vivimos ajenos a las más elementales normas de circulación.
El caso que ya fuera de la carta y con sus manos sobre el manillar, se dijó ¿y si pincho?. Porque si, había pensado atravesar el mundo con sus ríos, montañas y verdes valles, pero se imaginó viajando durante tanto tiempo que le entró la pereza, le ganó también ese ansía por poseer lo inmediato del señor Scrooge para salir de su única ilusión en la vida, el dinero; así que se dijó, adelantaré por aquel sembrado, para ir más rápido y terminar enseguida, pero claro, cuando quiso pasar la primera puerta, ya se había ofrecido el primer mediocre para ayudarla y claro, después de una forma un poco miserable, se ofreció dolido para cobrar esa colaboración, a su pesar; bueno se dijó, ya no habrá muchos más cobros, pero empezó a ver otras puertas, otros mediocres y su dolor por cobrar, ¿se preguntó por quién estarían protegidos seres tan abyectos?.
Encontró la respuesta en la apatía que dominaba en aquellas propiedades donde habían dejado de realizar algo productivo, para someterlo todo a la ganancia especulativa de gente pendenciera. Pero ¿Por qué?, cada uno de los habitantes tenía su pequeño regalo.
Yo, para mí, que Apollonia sabía que no duraría mucho, por eso intentó escurrirse de mis manos por más tiempo, pero yo le atrapé, no estaba dispuesto a ofrecerle o exponerle a gente como la que había conocido en aquel primer viaje.
No conseguí su salvación. en mis cartas y juegos inocentes estaba protegida, pero cuando se expusó, otra vez en un descuido mío, la realidad de aquellas malas bestias, mediocres y ansiosas la atropelló. Y pareciera que nadie conseguiría que pagarán aunque fuera un pequeño peaje por sus fechorías.
Triste Apollonia, que cuando los perros de los ciegos apartaban a sus dueños de los que continuaron como adoradores del señor Scrooge, ella intentó seguir conduciendo en círculo.
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