Reina un envolvente silencio que destroza voces aisladas. Restallan en el aire los látigos de los liberales de las multas, penas y plasmazos que señalan cada centímetro de las espaldas de los desválidos.
¿Demasiados Scrooge para hacerles ver la luz?. No, demasiado silencio para destapar tanto tejemaneje
A pocos kilómetros, metros, se juega al fútbol, se salta, se compra, se lanzan sonoros petardos, histríonicas risas golpean el enésimo espíritu que vaga por el tren, destrozada su dignidad.
Mercaderes llenan la pantalla con el tubo de dentrífico vacio para abrir las mandíbulas que muestren los desgarradores colmillos; a lo lejos, brilla su márfil, cuando escupen que han ahorrado a la comunidad 200 millones, que no pagarán el IBI de esas casas; ¿por qué queremos mirar tan lejos?
Esas casas son de seres humanos y esos sucedáneos de maquiavelos se habían presentado para servirles. No al salvaje bloker que exhibe su prepotencia por manejar lo público. No es capaz de elaborar nada, simplemente espera como buitre, que sus depredadores hayan cazado las eternamente desprevenidas gentes. Como ahora esperan que desgarren los tendones de un debilitado mundo para ofrecerles el fracking como salvador. Y nos agarraremos a ello, porque nos dirán que ese gas cuesta cuatro o más veces menos y nos seguiremos agarrando a quienes nos destrozan ya los muñones que nos quedan, aunque ahora ya no podamos caminar y vayamos rectando por la débil fuerza de nuestras uñas cubiertas de pus y sangre.
Hienas muestran sus fauces ante la conciencia de habernos rodeado, felices de estar mimetizados entre los que ignorando las balandronadas de robo que asesinan a una sociedad, se lanzan atropellando a querer poseer lo que no es suyo. Servidores de una defecación social que atufa las colonias edulcoradas de la ignorancia, arietes para traspasar voluntades. Mas sus arietes son tronos sobre los que asisten impávidos a la depravada acción de especuladores con lo ajeno.
No despertarán los scrooges porque yacen ociosos, borrachos del éxito compartido de desfalcar una sociedad. Cama común sobre la que sacían su kamasutricas posturas en la obtención del placer argentario
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