El caso es que estaba ahí sentada, sin decir nada como ausente y me he pensado, bueno quizás es que sueña con días mejores.
Yo al final, me he dirigido a ella y sin palabras, la he tomado en mis manos y la he montado. Sus ojos se han iluminado como fulgores de nacimientos en estos días de cortas luces.
He parado, ¡qué extraña averia! como si no la cuidará ha estado a punto de perder pie; como si ella hubiera sentido que yo sólo quería saciar mi curiosidad pero sin dar las suficientes caricias que expandidas por todo su cuerpo, hubiera mostrado una mayor comunión.
¿He tomado nota?, uff, no lo sé, quizás la debiera dar más tiempo: ir para acá, ir para allá, luego dentro de un poco podremos compartir un infinito, pero creo que ya me conoce, que mis infinitos se ahogan en un vaso de agua, creo que cualquier día se me escapará, ajena a mí, para que echarla la culpa, si yo pensé que con decirla que le quería podría bastar;
pero ay!! me decía mi madre, muy zalamero, que labía que tiene, pero anda levántate y ve a comprar que hoy también tenemos que comer.
Yo, la verdad, mañana, que es día en el que parece que habrá bicicritica, creo que a ella, a la que amo porque me deja montarla, la debiera dar la alegría de un buen cuidado, porque los dos en el fondo nos queremos.
Pues nada, ¡mientras no me diga que me quiere montar!, buff, a estas edades, sería curioso, pero en fin no es un globo!
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