Ella, buena compañera, abrió la posibilidad de un mundo diferente. Unos meses antes, habíamos perdido de forma traumático a un buen y leal compañero.
Es más duro, desde luego, que la vida de una persona, joven se te escape entre las manos, intentando regañar a las cientos de soluciones que se te aparecen a posteriori. Es rompedor estar esperándole en la llegada a una cena, en la que vas a culminar, un día de esplendor de vida, compartiendo cena sonrisas, risas e ironías con los compañeros de cena de los últimos años. Es como la ascensión a la más alta montaña, un techo, como comprobarás poco después, de cristal de la felicidad.
En su no llegada, a sus seres más próximos, se les abre un abismo, donde antes fluía un manantial de vida plena que les entregaba en dosis que abrazaban.
Allegra, algo ha intuido, e invita a tenerle, cada día, entre los sonidos de una banda y su inicio en el aprendizaje del dominio del saxofón. Se incumple lo primero, porque la base, para crear un grupo erao era cero y andaban los componentes por los intrincados caminos de sus inicios a las amazonias de la adolescencia.
En lo segundo, 731 días después, se la ofrecen, pequeñas sendas de conocimientos buscados, explorados durante cada una de sus mañanas o tardes y que dan unos cimientos, a veces, demasiado ansiosos de ofrecerle un homenaje diario a quien, entre sus innumerables facetas, tocaba el saxo, aunque algo oliera a podrido en Dinamarca.
Le miras en la foto, de fondo de aquella sesión en nuestro primer bar de cenas y si vas a embarcar en la nave del Ulysses, antes preparar clases o desde hace tiempo, escribir.
No lo tienes, es imposible, pero te alegras de cada uno de los momentos que compartiste aunque fuera para recordarte que habías intentado ahogar al Casti, o te habías metido en medio de la natación de un triatlón o él te había sacado una hora en aquel infausto marathon, Millenium que terminaste abrasado, todo exhibido como para atacarte, con tanto cariño como teatralidad le era posible. Nos separaba una generación, otras formas de vida, pero existieron esos otros instantes que se compartieron o se oyeron entre las hazañas que a los interlocutores nos provoca sonrisas.
En estos, hoy, dos años, sin un sólo día de haber dejado de tocar, buscas los tempos en las llaves que te aproximen a la belleza en el sonido, como la que se escapó, pero, hubo en esos efímeros cruces.
Quieres saltarte pasos en el aprendizaje del dominio del saxofón, como si eso tuviera un efecto en hacer más grande el agradecimiento. Te lo recuerdan las acciones mal ejecutadas y los profesores que te lo examinan y aquella otra anécdota que te gusta repetir porque es como si te lo estuviera diciendo en persona, cuando estaba haciendo el interior del primer Rincón Lento, ¡estuvo y ayudó en tantas cosas!, te proclamaba: ¡José! estate aquí y dame conversación, pero no te metas en medio de lo que estoy haciendo. Todo y todos tenemos nuestro tiempo.
Hoy, 730 días después, mañana 7 de Noviembre, será el cierre completo del círculo de esos dos años, acudirás al profesor, sabrás que puedes leer más rápido una partitura, tocar cosas más difíciles con sentido y otras, aún más, como cuando leíste a James Joyce dentro de una cárcel interior, sin significado, cuando la naturaleza a tu alrededor es exuberante y es como lo debes leer para su comprensión; esas otras, que por ahora te están vedadas como son la música que tocó para sus ferias, la banda de Cifuentes y las otras que preparan para la Navidad.
Había un ánimo antes de aquel empujoncito final de la compi, pero ella puso las manos de sus certezas palabras sobre la espalda, para que ese salto incierto desde un despeñadero no fuera el de una caída abrupta a la nada de un gasto inútil de un instrumento abandonado en u desván, sino el inicio de un vuelo mantenido, a veces, incluso en malas condiciones, pero que nos va permitiendo encontrar la descripción de vidas para ser descubiertas, en la lectura de esos nuevos libros que entre sus compases nos descubren amores, emociones, fiesta e incluso jolgorio.
No tiene fecha el día que decaerá el ánimo por practicar con el saxófono y hablar que con las vidas que compartimos y la que se nos abre; pero el viaje sigue con el afecto interno por quien tanto te enseñó y con el cariño de aquella joven exploradora que te empujo para que cogieras una nave con la que explicar los mundos internos que siempre, todos, tenemos ahí dormidos.
Mientras se teclean estas ultimas líneas, el tudel no tiene el frío que debía haber en este comienzo de la serranía y la boquilla te dio un aviso para que la sigas cuidando como hasta ahora, para que sean muchos los amaneceres emocionales a los que puedas dibujar con sonidos a las personas que te acompañan entre tempestades, "calmas chichas", vientos enrachados y huracanes que te amenacen en quedar encallados en islas con ojos de ira. La partitura se agita y la memoria te pide que la ejercitas, para también "Las mañanitas", como quienes te salieron a despedir a la dársena, al emprender esta travesía.