En mi pequeño piano, de cinco octavas decía el otro día uno que estuve a punto de revolverme y decirle que alguna vez había sido también tercero, encuentro el reto de encadenar una cierta coherencia en el orden de mis sonidos.
Nada fácil, tan pronto llega el bestia de mi bedel y me propone cantar en una opera pero como un "castriati". Yo comprendo que este molesto conmigo, el otro día me fue a recoger al trabajo mi nueva amante; él estaba que trinaba, es la chica que me decía haber conocido dos semanas anteriores, en circunstancias muy especiales, en el edificio contiguo a nuestro lugar de trabajo.
La había reconocido, como no, quitándose su disfraz con el que había entrado en en mi oficina. Tuve que disimular, decirla que era una chica que se ganaba la vida, a veces, como maniquí; otras veces, como mascota de nuestro de fútbol favorito.
Eso le termino de encandilar a Denis, me preguntó más por ella y para quitar duda de nuestra relación que hubiera supuesto mi despido, le dije que se la podría presentar en las semanas próximas. Como por casualidad, le dije que ella le conocía y me había preguntado por él.
Joder "castriati"; en los últimos tiempos me gusta tomar conciencia de la potencia de mi voz y cada vez más, en la más absoluta soledad, la suelto aunque sea con el desacordamiento de las teclas tocadas.
Fue dejarle, y pensando que ya había hecho todos los recados y había tenido su tiempo para el café, me fuí derecha hacía ella, que estaba a la vuelta de la esquina. El beso, empezó en el cansancio que me había producido la mentira, pero ella siempre tocaba las teclas necesarias de mi cuerpo, para eliminar la fatiga, disfrutar de toda su belleza y sobre todo, disfrutar con la búsqueda de los besos, caricias y búsquedas de sus lugares que la llevaban al éxtasis. Me gustaba hacerlo, era parte del placer que yo buscaba.
El bedel se topó con ese beso eterno; después me diría que él siempre había tenido el proyecto de ser mascota de algun evento y el solo hecho que ella ejerciera también ese pasatiempo, le había dado la idea de hacer un duo que se exhibiera en la pista, y de ahí todo lo demás, sería un cuestión de trabajo.
Pero mientras llegaba el momento de contarme sus fracasados planes, la única palabra que atinó a decir fue serás "castriati", mientras recorría el cuerpo de ella como para robármelo, que también eso me descolocó.
El caso es que aquí me veo, delante de las teclas más cercanas a la voz del "castriati". Alzo la voz y parece ser que una cigüeña abandonada tras anidar en la torre de mi amante, también amada, emite unos sonidos que creo que harán juego con mi forzada voz.
Creo que la tecla por la que siempre pasaba sin llegar a detenerme en profundidad, tiene la clave. Yiyi la amorosa, me la repite ahora que estamos ante la caída del Sol. Flotando sobre el suelo de nuestro balcón creo que hemos caido sobre ella. La repetimos para nuestros adentros, que mismo da que para otros tengamos que recorrer teclas sin sentido, si al final del día, están nuestros encuentros.
Ahora bien, no todo fue fácil, a sus ojos de perlas, añadía la melodía de sus imprevistas apariciones que siempre me parecieron tan ocasionales como una punzada para mí corazón que siempre se quedaba prendado de una dulzura a la que creía no debía probar. Trataba de enebrar la aguja de mi voz para que apareciera por su ojo y supiera tejer la alfombra sobre la que encontrarnos.
El hilo pareciera que hubiera sido cortado pero cuando tocaba la tecla de aquel piano electrónico, sin embargo, sabía que estaba unida a ella.
Como diria Morente, cosas de la técnica que también tiene pulsos de corazón
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