En nuestro caso es Dragón Pik, no sabes lo maravilloso que es y todo lo que nos ha mostrado a lo largo de nuestro descenso por el Henares. No ha sido en estos últimos días; ha sido durante muchos años. Un día, empezó una maestra a pasear las ramas y pájaros de un canal, ya sin uso comercial, entre las mesas y las sillas de una clase en Wepion.
Un Quijote belga la conocía y se convirtió en su escudero, con la paradoja que era él el que tenía unas ganas inmensas de viajar.
De un pequeño espacio de agua por el que antes circulaban barcos para llevar aprovisionamientos a algunos de los pueblos por los que pasaba, a su retorno cargado de los productos que estos producían, consiguió nuestro héroe con un salto ligero, quizás pertrechado con su lanza convertida en pértiga encaramarse de forma muy accidental a la borda y desde allí tomar aire para recorrer mundos, para descubrir seres.
Al mismo tiempo, por Alcalá, sucedía que un maestro, alejado de los estruendos, era sobretodo, MAESTRO, y un día que vio a un incauto compañero lanzarse al Henares, río que hemos de reconocer que transcurre muy tranquilito por la ciudad Universitaria, quizás para apaciguar tantos furores de sus jóvenes; como decíamos, pensando que haría alguna barbaridad con esa caída, aunque en realidad iba a buscar su kayak del que se había descabalgado por enésima vez, dada su perenne torpeza con aquel torbellino, que al menos, eso le parecía a él.
Entre los dos consiguieron trazar un plan para alguna exploración que pensando que era cercana, les llevó a la Moselle, en Namur.
Como es lógico aquellos intrépidos seres, no coincidirían a la primera, pues cuando iban topando con alguna piedra que les arrojaba a las aguas, seguro que unos y otros irían a orillas paralelas, de esas que no se encuentran, por más que quieras. Así que tuvo que ser en la Meuse, encrucijada para tantas sendas y encuentro de caballeros andantes y flotantes. Allí, soberbio todo, unos desde la ciudad de los dos ríos y otros desde el río de las culturas desde Sigüenza hasta Coslada, pasando por Jadraque, Guadalajara, y Alcalá, concibieron una estrategia para compartir conocimientos y explorar algunas de las cosas que sólo se pueden descubrir cuando te reconoces en el otro que busca.
Durante tres, casi cuatro años, asomados a un Partenón desde donde escucharse, se despegaron de muchas comodidades y de algunos desconocimientos. Aguantaron chaparrones y se cobijaron en la humildad para reconocer algunas impotencias.
Vieron volar pájaros y sobresaltarse algún animal; por desgracia, alguno de ellos y sus acompañantes estaban iniciando un caminar hacía una salida en la que tardaremos en encontrarnos; en días como hoy, pareciera como si sus brazos nos rodearán para aliviarnos en nuestras zozobras que nos van zarandeando 25 años después.
El agua, sin embargo, sigue siendo ese lugar de encuentro, que, por desgracia, tiene que ir aceptando, cada vez más, extraños compañeros de olas. Industrias que dan conferencias para proclamar su cuidado del medio ambiente, con tuberías directas al ataque de un líquido poco a poco más escaso. Presión industrial que pareciera que quisieran acercarse al río de nuestra ciudad, que es fuente de vida y que el sólo hecho de estar en aquellos lugares, no supone un respiro ni para las aguas, ni para una flora y fauna, influidas por tan humanas invasiones.
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