jueves, mayo 20, 2021

El encuentro más difícil, mas necesario

 Salir a la calle es una necesidad. Cuando ahora, enseñan que odiar por las redes sociales es la forma en la cual nos van a encerrar en nosotros mismos.

 Salir, hablar, conocer es la decisión más importante que necesitamos tomar: Queremos ver, y escuchar, a quien nos difama, nos amenaza, nos desaparece.

 Prendernos en los ojos de la persona para que con ellos nos quiten las cataratas, alimentadas por los aguadores del odio.

 Los cuatro grupos de trabajo del pasado sábado en la celebración del 15M de Guadalajara, Azuqueca (¡que importante es su fuerza continua!) concluyeron en la idea de hacerse visible, en el encuentro.

 Tomaron diferentes caminos las personas que estaban allí. Recorridos con honestidad, con equivocaciones, con aciertos; enfrentados a tantas variantes como tiene la sociedad, buscarse lejos de las artillerias mercenarias de las redes, es empezar a escuchar, contrastar, discrepar desde las visiones del mundo que necesitan pasar por el tamiz de sacar a la luz, sin auras del glamour de las radios, televisiones y prensa escrita

 En un rincón de cualquier lugar del mundo, permanecer para resignificar la palabra conocer al otro por ser humano. Hubo una época que todo parecía acción inmediata. Y ha tenido su importante camino, pero me imagino, siempre, eterno, el ser humano que se queda en la plaza para escuchar pero también para proclamar que está ahí, que unos dominarán; otros, les protegerán pero él estará en la plaza para decir

 Qué ES, 

Qué CUESTIONARÁ

Qué SE HUMANIZARÁ EN EL DIFERENTE

Siempre volverá ahí, para ver al débil, como ser a cuidar.

 Al migrante, que llora, sin fuerzas, como ser a abrazar

 Al que le quitan todo, como dueño de una dignidad a ensalzar

Intuyes en la mirada caída de un adolescente, maremotos que anuncian destrucción. Nos queda Nina Simone para que nos recoja cada uno de nuestros pedacitos, nos los pegue con su música de estrellas, y voz de las entrañas más viva y nos haga amarnos, en cada uno de esos espacios, en los futuros que nos libren de las cadenas de no querernos.

 Hace 6 años, llegaron extraños para subirse al barco que busca horizontes sin fin. Les acogiste en tu isla, que tiene frutos, fallas con fallos, playas de guijarros y de arenas donde reposar, acantilados con piedras que prometen daños y acantilados con aguas esmeraldas donde sumergirte para otro nacimiento. 

 Reposaron, saltaron, olvidaron y se fueron. En la isla se amó esos herrantes estudiantes. Jamás se olvidará su impronta, la tiñeron en los árboles que marcaron por sus cambiantes amores, grandes incertidumbres que engendraron rocas que ahora son parte de su paisaje. 

 Migrantes de la adolescencia a la juventud. Quizás no fuimos ni siquiera señales que les indicará algún camino que tomar.

 Encuentros estos en tierra firme. Encuentros aquellos, por un mar, con dientes de garra, y otros, por aire, bombas a seres despojados de su humanidad.

  Tantos años después, tantas veces, lo mismo. Despersonalizar al diferente

  En la plaza, permanece la necesidad de deshacer lo absoluto. Encontrar la pasión, que decían, de escuchar al otro

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