Aquella noche cuando llegué de un campamento, en el que no me había enterado de nada fue el comienzo de un viaje que duró más de dos años. Permanece un cariño enorme por tantas y tantas personas que conocí. Existen motivos para no quedarse quietos.
Al espíritu de escucha y respeto de las opiniones,
- Se une, por un lado, la percepción de habernos hecho visibles para demostrarles que no se iba a aceptar todo lo que nos iban derramando para que nos manchara, mientras ello salían con impunidad
- Por otro, la constatación de la violencia que son capaces de ejercer contra quienes se hacen visibles en la denuncia de esos desmanes.
Me admiro de la gente que ha permanecido y considero que el encuentro, en nuestras divergencias, nos hará fuertes.
Enfrente, desde arriba han lanzado huestes asalariadas para que por los medios de comunicación o por los palos se tenga miedo a salir de una sociedad estabulada por paredes que alimentan para que sean cada vez más altas.
Siempre, como ilustración, me agarro a algun caso particular. Una persona de 83 años, que lee los libros que no pudo en su trabajo juvenil, que se rebela ante el abandono de quienes no tienen la oportunidad de lo digital y que tiene claro que los diez euros mensuales y necesarios, no se los va a quitar alimentando a fondos de inversión que destrozen vidas
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