Ese día pasa
algo, yo, con andar más o menos por el campo y ese día de medio, doy por
cumplido mi caminar por esa jungla de la que no soy ni explorador, ni
entendido.
Por ello,
cuando alguien del equipo contrario, me empieza a hablar me parece curioso. Yo
creo que no es lugar más adecuado, por lo que le pueda decir su entrenador.
Nunca he tenido una mente muy comercial, pero bueno, en esa época me había
puesto una chaqueta, para eso de ir vendiendo productos. Tampoco tenía muchas
nociones de mercado y desde luego imprimir tarjetas para dárselas a mis
posibles clientes, no se me había pasado por la cabeza, pero claro el chico
parece que insiste y se vuelve a dirigir a mí. Mi prudencia en esto de conocer
mundos, cuando uno es joven, muy estaba como en mínimos, de tal manera que noto
que este tio, ya tio, me está empezando a decir chorradas; yo en un primer
momento, como habrán comprobado por algunos de mis escritos, no soy ajeno a
esas situaciones; pero claro, como dicen en CTXT.es, el contexto ayuda mucho a
entender las cosas y les puedo afirmar que en esos momentos, ya he perdido la
atención por el juego. Intento tener una lógica con la cual poder callar a ese
botarate; pasados unos minutos, ando descompuesto, no estamos 22 jugadores, con
árbitros y linier dentro del campo. Sólo estar él, y yo, y a mi estalla la
cabeza, ¡qué hostias este balón, aquí en medio de nuestra pelea, que prometo
que va a ser a salmos!. Si, en ese momento, me viene más a mano, seguro que la
cojo y les digo: ¡No pueden parar!. No ven que este sinvergüenza me está
poniendo algoritmos y fórmulas y yo soy de lengua: primero leía el AS, con su
verdad y desde hace tiempo: como me dijo aquel alzacuellos en una estación con
las mentiras que atrapaban la cerviz, ELPAIS; estoy totalmente descompuesto, el
tipo me tiene detrás de él, el si que juega pero yo veo sólo sus oscuras
entrañas. Así, por fín, paran el partido y algo atrae mi atención. Vaya me
tengo que salir del campo. Me cambian, el otro me estaba faltando de mil
maneras posibles y mi entrenador se ha dado cuenta que el matemático era yo,
como un cero a la izquierda.
Al libro de
Ece Temelkuran: "Como perder un país", me gustaría leerlo con
cuidado, cariño y la pasión que me está provocando el primer tercio. No puedo
hacer un resumen, porque me gustaría que se leyera por parte de cada uno; pero
en mis entendederas, lo podría haber empezado a escribir yo, hace muchos años.
El diálogo que pone entre Aristóteles y el Populista, hilarante, descriptivo y,
a la vez, aterrador lo tuve yo en aquel campo de fútbol y como el sabio griego,
pero no por su capacidad, también perdí.
Cuando salía
del campo, me hacía la pregunta: ¿pero que leches hacía yo, intentando razonar
con quien sólo quería sacarme del juego?
No era listo
mi entrenador, ni na.
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