miércoles, enero 01, 2020

La orilla

¡Señora!, ¿aquello es la orilla?
Mira que he navegado con gaviotas de polizontes, hasta un cierto punto de retorno; con windsurfistas, perdido el viento tras cualquier marejada, pero que con todos los horizontes en agua, ese pinzón me diga que aquel trozo de campo de fútbol, caído del cielo, pueda ser la famosa "tierra a la vista" a mí es que me descompone el cardado y eso que ahora es más fácil porque con la famosa brisa marina y yo que antes de capitana fuí contorsionista, le puedo dar cualquier forma.
Pero claro, ocurre muchas veces que las focas se ponen a dieta y cuando les entra la "gusa" pues "hala" a perseguir peces como si no hubiera un mañana y claro, comer se los zampan pero claro les empieza la digestión enseguida y claro, a tierra firme que se van, o al menos que la buscan porque hoy, ya a muchas millas alejados, se vuelven preguntones y pelotillas, porque la siesta, su mente se la pide, si o sí; y claro, yo que buscaba unos contornos hacía la izquierda con elevaciones de cuatro pelos en forma de armónica, pues sólo me han quedado dos opciones ante la insistencia anfibia; aunque como podréis imaginar al final ha prevalecido la de niña buena, de lo cual una se va cansando con el paso de los ecuadores a los que nos tienen sometidos hoy los medios.
A lo que íbamos, cuando me ha preguntado, por su hamaca, de refilón he mirado el trozo de campo de fútbol que acababa de caer. Sabía que se hundiría enseguida y que si se tumbaba boca abajo pegaría un buen trago de agua, sin destilar, que es como la beben ellas. Por otro lado si la pequeña esquina del campo de juego permanecía firme, por un tiempo prudencial, ya sabía lo que sucedía ahora; ale aprendía enseguida a controlar la pelota y ahí me tienes de representante: "ahora dí esas declaraciones", "tu silencio te abrirá otras puertas", "hazte una foto con el niño", eso lo valoran y emociona mucho; invita al descerebrado ese a tu mesa, pese a las críticas, siempre te da prestigio. En fín, no le he querido decir nada de esa franja donde Messi suele empezar sus acciones más eternas y venerables. A cambio, le he planteado la segunda propuesta: viaja en esa tabla que se dejó el windsurfista, descansa, cántanos como el gallo en los amaneceres y podremos decir que hemos formado una cooperativa.
La foca, se ha desperezado, me ha mirado como diciendo, todas, todas sois iguales. Tu te crees que mi voz y traerte pescado de vez en cuando, vale tanto como que me lleves a la playa.
Yo la he dicho: oh, oh, oh; y con mala leche se ha dado la vuelta y se ha ido. La jodía, había visto ese trocito, mentiroso y débil, pese a su apariencia de grandeza por ser de fútbol y que se ha hecho seguidora de esa tierra, que móvil huye de él, aunque siempre se le ofrece en el horizonte.
Payasa, me digo, sigue, sigue que lo que estas comiendo son sus pises y te apoyas y te apoyas...., ¡en lo que tú te puedes imaginar!

Y ahí la tienes, sorda a cualquier razocinio, seguidora de una grandeza a la que nunca llega y es que existen orillas y anillos, estos de muy diferente formas y aquellas, con salvajes o cocoteros; a los primeros, les esperas, de los segundos, alguno te puede llegar a tu coco.

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