Oiga, oiga, conoce usted a un mecánico
- Por supuesto, aquí tiene uno, pero ¿qué tipo de mecánico? las
licuadoras se me atragantan, las bicicletas, no las pedaleo del todo y a los
coches, no volanteo la parte de gases, quizás sea porque mi padre tenía su sana
costumbre de adaptarnos a los humos venideros.
- No, no se preocupe, solo quería que atornillará algunas letras de
bastantes palabras que se esconden cuando me ven aparecer
- Bueno, usted por lo que veo necesita un mago, pues sólo ellos pueden
conocer el lugar donde se precipitan las palabras para eludir a quienes las
gusta.
- Ya, pero ¿y si esos magos vuelcan la varita sobre el sombrero de copa y al
final son los sombreros de guante donde debiera haber introducido los polvos
que materialicen las tintas y de las tintas, los cerebros que han ido buscando
los lugares como La Bordeta, donde nuestra escritora me ha recordado que deje
señaladas unas zapatillas con las que ahora no podré subir las cuestas de
Vazancao?
- Ningún problema, un día salí para hacer un curso de Mecánica Cuántica,
pero fue llegar allí, donde a aquel señor le faltaban unas cuantas horas por
dormir, cuando comprendí que al libro de "lectura fácil", de Cristina
Morales, le tenía que coger junto con el libro que me dejó mi vecina para
hacerme conocedor de la agricultura.
- Como, ¿que la agricultura fácil tiene toda la explosividad de la
inteligencia de la autora que dice ni amo, ni dios para plantear maravillosas y
chispeantes reflexiones en un cuarto de estar anarquista, o de personas que
buscan en medio de sus oscuridades?
- Efectivamente, no le tengas miedo, alrededor tuyo, la naturaleza ahora
apaga los últimos rescoldos de un tiempo de exuberancia y cualquier día,
esperemos que un poco más tarde, te empezará a brotar besos para que tu se lo
devuelvas.
- Bien, entonces, es igual que lo que estoy esperando de esa literatura tan
salvaje, a la que me enfrentaré hoy. Esa Barcelona que me palpita con los
personajes del Lliure, de Brigitte Vasallo y de mi acompañante de viaje de hoy,
esa bailarina de prismas kaleidoscópicos, que me recordó que por donde ando,
existen mundos que vibran
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