Hubo un tiempo que lo leí como las píldoras que se han extendido para
solucionar nuestros desequilibrios en esta sociedad desquiciada. Me imagino que
una sería como el mensaje de mi alumno cuando el otro día me aceleraba, sé
tranquilo, tranqui, profe. Y claro hoy, delante del teclado lo estoy, hasta
poder recorrer la senda que visité el domingo último. Bajaba por un lugar que
hace un mes, limpiamos entre unas personas del pueblo. Un antiguo camino por
donde bajaban hace años para cuidar viñas, o limpiar el bosque con los rebaños.
De hecho, bajaba ese día un antiguo habitante de tiempo pretéritos. Me paró y
me dijo, déjame a mí, te voy a ir abriendo el camino para que puedas tener un
futuro más claro.
A mi, es que me hace ese ofrecimiento y viéndole tan Neardhental, me digo,
para adelante, a los demás no les habían dicho nada; no sé, ahora pienso, con
perspectiva, que debo ser muy confiado, el caso es que yo, a lo que me dijera
ese señor tan, tan, ¿serio?; a lo lejos las motosierras derribaban obstáculos y
las desbrozadoras añadía sedimentos a la tierra. El humo que desprendía alguno
de aquellos, ya lejanos trabajadores, me hizo pensar, ahí debe haber un
incendio, ¡qué raro en Diciembre!, luego me dijeron que nuestro farero había
entrado en combustión para quemar algunas de las calorías con las
circunnavegaba su cuerpo.
Yo, descendía confiado, aunque ¿por qué siempre me
dejo llevar por quien me ofrece imagen y un tiempo pasado de gloria? Claro, me
da por leer a Ivan Krastev y a Stephen Holmes y su "la luz que se
apaga" y yo que no me entero de nada cojo la primera mula que me lleva al
tiempo pasado. ¿No se decepcionaron hasta llegar al abatimiento los ciudadanos
de Hungría y Polonia que soñaron desde sus enrejados tiempos de comunismo que
en Occidente todo estaría desbrozado y talado para una vida con horizontes a
tocar?. Pues yo ahí que me vuelvo, a una cueva, donde me ha llevado este
simpático ser ancestral. Miro a un lado y otro, estoy por entrar, ya no confío
en lo lejano, aunque aquello sean, las maravillosas y perfectas Tetas, al lado
también hay otras, grandes, no tan primorosas pero echan humo y yo, visto lo
anterior, me pregunto que leches estarán incendiando aquellos dos puntiagudos
senos.
Así que olvido las bromas que ya oigo a lo lejos, el sonido del botillo
irrigando paladares, aun grasientos, y con más chorro recibidos, obnubilados en placideces que alegran hasta el desenfreno las peligrosas cadenas, y me preparo para
entrar en la caverna. Él, mi nuevo guía, no lo digo por faltarle, está cafre,
de ese estilo que también ha vuelto ahora, que parece abandonado, pero que en
realidad es recortado y redondeado en todos sus pelos y que si entonces, era
por añadir protección a la cara en tiempo invernal y salvaguardar la piel,
por los estropicios sobrevenidos, ahora es, simple y llanamente que tratan de
parecer curtidos y sabios próceres o de un estado, o de un patio de caserios comunes o de su casa, aunque de está debiera ir cambiando con más frecuencia de lo habitual por las deficiencias en las construcciones con las que nos iba regalando estancias a la familia en lugares cada vez más palaciegos, sobre todo lo segundo.
Y ahí, andaba, con un pie dentro, con un ojo avizor y con cara de pocos amigos. Si es que alguna vez los hubo; no quedaba la sensación de haber vivido un tiempo de compañerismo cuando alguien te despelleja con su, primero, silencio y posteriormente difamación por alguna broma de la que no te pide explicación; yo, recordando esos momentos de vida, de muchas risas, de muchas complicidades en viajes, en charlas, le dije al cavernícola que me esperaba con la luz de su vela proyectada en una pared reducida y con las sombras descarnadas con victimas que se trataba de esconder, si sólo una generación es capaz de salir de vuestras continúas vueltas a los odios y mentiras de vuestros ideales puros, encañallecidos por vuestros actos y me volví; allí, esperaban y así termine en una mano la motosierra, en la otra la desbrazadora y sus motores.............. apagados.
Máldita desconfianza en un artista
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