sábado, enero 11, 2020

Persisto

El señor se sube al altillo, se yergue como impuesto por una necesidad de indicar algo exclusivo, algo que salvará, podriamos decir a un país y de repente se le cae una pedorreta, siempre es bueno que a estos seres se les siga a distancia.

Hace años podría haberle dado alguna vergüenza y haber reducido su seguridad sobre sus alzas. Ahora no, ahora sabe que tiene espectadores que le necesitan para justificarse en su forma de actuar en la vida, en su forma de aceptar las injusticias de las que participa y entonces se lanza a una diarrea en la que, desde ese monumento de lo moderno, admirado por todos, utilizados para girarse y volver a estar en el mismo sitio, expande manchitas, asquerosas, pues nuestro paladar visual ya es exquisito; desazonadoras, pues nuestras percepciones olfativas, se bañan en arcadas; estruendosas, ¿quien puede aguantar el tintileo roce de las zurraspas encallecidas? y entonces, muy digno, en su imbecilidad, empieza a salvarnos, no hablando de nada de lo que podría hacer para demostrar que ve a una persona que paga el doble por la electricidad, comprometiéndose a reducir su pago; no proponiendo un trasvase, ¿irreal?, del dinero de los paraisos fiscales a las cuentas de su nación amada. Ni hablar de los que quieren lucirse por hacer caridad, porque de esa manera sus cuentas de beneficios es mucho más grande. Desde este alto, el ser parlanchin, será el ser tapón.

No empieza, él, el explicador de lo que su, a odiar, ser diferente, quisiera que fuera; de ese ser a denostar, indicado por su dedo, no ha atendido ni a las propuestas que le planteo, ni ha comprendido su total alejamiento en lo que este concertado ente quiere encerrarle, para que ya nunca más pueda ser humano. No, este vocero termina cogiendo la única llave y tragandósela para que ya nunca vuelva a aflorar, ni a salir por entre sus posaderas bien asentadas, porque con su barbita, cuidada, a la moda, fiel representante de esa sociedad real, de la que habla Temelkuran,  próxima a los seres comunes, aunque él, tenga mucho cuidado de mostrarse elevado y derramar condescendencia, de esa indigestión con sus jugos gástricos de ciánuro, de mentiras, de entrega al poderoso y miserable, con los que como obediente ovejita, le han dicho que repitan que son los antis, cuando él mismo, es un anticiudadano que despersonaliza a quien no le pertenece. ¡Qué vergüenza!, !¡si la sintiera, que aquel al que ataca sea relevante de donde viene y a él, alli, no se le reconozca ni en su existencia

Pero hoy, alguien se ha levantado para poner a la luz su intervención y por eso, se creerá que es, como quien le cita; mi interlocutor necesitará mostrar a esos de los que habla, como fueron otros, de los que no les interesa reconocer que renegaron; no se da cuenta que se marca a él mismo, en su territorio, para mostrarnos de donde procede, porque como en "Richard Jewell", la marca "ley y orden", podía ser muy magnífica, de escaparate, pero sus malos ejecutores, eran humanos, eran eso.

Dilo alto, es lo que tienes que odiar. Dilo, más fuerte aún; aunque estuviera en la luna, te preguntaría ¿y tú que eres sin telas, monsergas y zarandajas? ¿qué ofreces para nuestra convivencia? Señalar al "malo", de eso no como. Mi vecino limpió la broza y ahora quiere sembrar, no salar un lugar para que no crezca nada. Es lo que tu me ofreces.

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