sábado, enero 18, 2020

Como perder un pais, Ece Temelkuran

Cuando entre el libro de Brigitte Vasallo y el de Cristina Morales, estas terminando de leer "como perder un pais" de Ece Temelkuran, sientes el desgarro que tiene la autora en su interior, entre otras cosas de vivir fuera de su pais. De ver tu ciudad desde una isla, para que las imágenes las aspires y las voces que lleguen un día portadas por vientos que retengas con las telas de tu corazón, te aceleren los besos de sus pulsos

Esa fase de risa final, donde comprendes que han vencido las mentiras, los odios dirigidos, el abandono de un pueblo al resguardo de lo insustancial: los símbolos, por encima de las condiciones de vida. Nombra España, como última esperanza, sabe que también a quien ahora llega, se le señaló con mentiras, montajes policiales, ¿podrán comprender alguna vez quienes lo realizan el daño que hacen a su propio pais? y si lo comprenden ¿cuánta bajeza es su límite para destrozar la convivencia de un pais a pesar que ellos gobiernos como pimpollos?) y canallescas informaciones. 
Entiendo que no piden sumisiones, porque saben que quienes un día se expusieron en las plazas, siguen con las sillas en sus pies, para escuchar, para conocer, para cuestionar. 
Salieron ellas, a la plaza Geri, otras a la plaza Tharir; quizás hubo prisas y por eso se entregaron a quienes primero vinieron. Tal vez, la fuerzas que se creen defender una ley y un orden, tan sólo defendían su status y la marca de un pais sin personas. De estos últimos años se ha aprendido que los actos mafiosos de los partidos, no tienen que ver con grandes conglomerados, que los hay y nadie quiere descubrir, sino en algo tan simple como darle algo al que ha llegado un poco antes como pasa en "las uvas de la ira", para que este se convierta en nuestro ariete contra los que llegan un poco despues.

A los que llegan ahora, como cuenta nuestra maravillosa escritora, les queda que sepan que después de poner las manos encima, tienen que saber hacer lo siguiente. Los tres cachorros de guepardo, sin su madre, no sabían que hacer tras poner las garras sobre las víctimas, ellos, nosotros sobre nuestro futuro, trabajo, compromiso y firmeza en nuestra vida tan real, como la de cualquier adalid de no se sabe que esencia eterna.

Todo comienza en un Pin, padres que se creen con derecho a no dejar que el Estado transmita los valores que este defiende. En grandes caracteres, porque eso si los tienen, como su cara, ponen a un niño en manos de un Stalin, cosa que ni paso ni se está dando paso a hacerlo. pero se les olvida la afable foto del niño en manos de un cura, que si que ha pasado, que si que se ha promovido, mediatizado y mercantilizado (vergüenza de doctrina que necesita dar aprobados y buenas notas, para difundirse). Un estado, en el que debieran estar todas las fuerzas políticas que dicen integrarlo debe defender sus valores de respeto y convivencia por encima de las diferentes creencias, de los intereses personales de los padres. Quien apela a la libertad y dice poseer sus hijos no comprende estar en un Estado que necesita del reconocimiento de las diferentes ideas, aunque estas pudieran ser obscenas, y por lo tanto posibles de ser cuestionadas

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