Ya no te tengo mi corderito que volaste para dar pábulo a las cloacas de los
difamadores. En un encuentro, alguien consulta y comenta: ha dicho esto el de la
nave interestelar (y yo ahora con mi ratón intergaláctico), y me viene a la
memoria "El director" de David Jiménez, director durante un tiempo de
"El Mundo"; yo cuando su lectura, me caí de culo por la desvergüenza de un gobierno que puede tomar el control de la información para edulcorar su realidad corrupta; lo cual aprovechó
la persona a la que invite para que lo leyera, para decir, este no se levanta y
claro, no lo ha devuelto, con lo que me gusta que libros como ese o
"Franquismo S.A." se lea de una manera o de otra. En otros ríos
navegaran sus páginas.
Tintilean las estrellas en el cielo cuando Juan Carlos Monedero hace un
análisis de lo que es, ahora, ese periódico, son siete minutos historiados en
los que cada una de las afirmaciones que arroja le desnuda para mostrar las
miserias de no aspirar a hacer periodismo, sino de estar dispuesto a venderse
al mejor postor. Realiza una afirmación contundente cuando afirma que "él
la quiso", a la información, al análisis de los sucesos, constatándolos,
pero niega al poeta cuando dice "ella nunca me quería" porque sus
postores, son los que le aportaron un millón, para que difamara a una jueza, ya
libre de toda culpa. Y hace una afirmación potente, necesaria en nuestros días,
tiritan las estrellas, los patrocinadores cuando sienten que están apoyando a
páginas corruptas mentirosas. ¿Son sus productos, pregunta Juan Carlos, de la
misma calidad moral?
Porque nosotros "los de entonces", ya no somos los mismos, porque
tenemos a periodistas que se juegan su dignidad, su pan para tratar a sus
lectores como seres en reflexión y análisis. Se la juegan CTXT, ¡felicidades!,
se expone Antonio Maestre y la Marea, se lanza Javier del Pino y el a vivir de
búsqueda y conocimiento para su oyentes. ¿Cómo no haber amado su mente
despierta y su corazón sin veneno?
Mi corazón la busca en la honestidad proclamaba Borja Sempere, cuando
caminando por una calle normal, con gente, en preocupaciones, tenía la afinidad
de saludarla; como subidos en una ola se habían mirado minutos antes, el
surfista abertzale y él, para ser tragados por las olas que regañan al
inconsciente que va por las piedras resbaladizas de la Concha. Sus palabras
resbalaban cuando buscaba su oído, porque a su susurro de encuentro le devolvía
golpeando el huracán del cálculo electoral, odios, patrañas y toma de rehenes,
por los miedos que seres de alfombras y oropeles, no habían pasado.
Porque en tiempos como estos, quisiera tener en mis manos, los abrazos que
niegan los seres rebozados en basuras de las cloacas de un estado profundo o de
un periodismo embardunado de la misma patria a la que patean negando al otro,
buscaré que sea más largo el amor y también consciente la exposición para
buscarnos en nuestras diferencias con quien, sabiendo los del cenagal, buscan
los ríos limpios que rompen en piedras y árboles pero que trazan los futuros
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