Aunque ahora me viera y supiera como pienso y se llevara un disgusto. Estoy muy agradecido, por haberme ayudado a estudiar y me hiciera subir aquella noche, en la que yo, sin prisa, pareciera no querer aprobar la carrera, a la que tanto estimo.
Hace tiempo, en una tienda cualquiera, un representante hablaba del sinsentido de la vida, sin hijos, muchas veces, me ha hecho pensar eso. Conozco amigos, que sin necesidad de esos valores, publicitados como eternos, han cambiado su vida para dar una calidad de vida a su descendencia, pero sin renunciar a ser ellos mismos.
Demasiados otros, hicieron casos a apostadores de casino profesionales, con cartas marcadas, que abriendo puertas dejaban pasar a quienes en ellos confiaban. A esos que ahora luchan, en un mundo donde el dinero oculto, nunca es nombrado y el ataque a los derechos elementales es proclamado a todas las hora, como una necesidad para la subsistencia, aunque duro, penados, multados, es bueno ser ellos mismos, para dar a sus hijos al menos esos valores.
A los apostadores, que recibieron el oficio, no por lo que ellos eran, sino por lo que sus padres les dejaban como herencia, mi desprecio. Se agarraron a un ascensor, que no clavo ardiendo, sabedores que son sostenidos por demasiadas cables impunemente, y por ello, se creen con derecho a insultar, mentir, a babear desde la incapacidad que mostraron al no ser otro cosa que lo que otros les dejaron.
Soportar sandeces, sabedor el proclamador para lo que sirven de cambio de objetivo y atraerse palabras que son sueltas. Puede darle tanta estabilidad como bajeza le da a su vida. Aunque con ella se coman bacanales
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