o me levanto, y me voy. Yo, quietamente, en blanco, aún pudiendo dar otra imagen, me quedo en blau; si porque claro si todo grana, puede ser un buen momento para observar aquel otero,
¿y qué puedes ver desde allí?, hace años, blancos negros, ofuscados estos, entre las agitadas paletas de genios ansiosos de captar miles de naranjas o trillados, o atravesados, o desgarrados en los atardeceres de un enero batiente. Graznaban avanzando, azuzados por odios interesados que transplantaron en corazones eternos.
Y todo en un giroscopio de una inesperada terraza aérea, que si, aún en la historia, busca en su oteo, el silencio ante el inmediato amigo Vicente, arrebatado por el mal moderno, implacable y fiero. Canredondo te engendró y yo torpemente lejos, en mis pasos te pienso.
Y cercas, ¿qué sientes?; me silban voces y me mueven danzas de aquellos que descubrieron ser fuertes, porque quisieron ser conscientes de su futuro y construir un mundo con los dedos unidos para ser tejido obrero. Mera fue ejemplo y ahora otro, me despierta; apellido aguerrido por la pureza del mañana compartido.
Ahora, si quiero, quieto, reconfortado y porque no, me abandono,
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