me quito la sandalia, ¡qué olor!; sería mejor que no, que me la volviera a calzar; pero si, me la debo quitar, porque no puedo soportar esos pequeños dolores que me va produciendo los espamódicos movimientos de esa loca roca. ¿Por qué me molesta tanto ese olor?, ya sé que tengo mis dedos sangrando, pero ¿es tanto el daño producido?
¿no veis la herida?, aja, mejor no ver los dedos desollados, humillados por esa nimia piedra. Antes pensé que la podría destruir por ser apenas imperceptible; pero no, al fin y al cabo, al final es una piedra, por muy pequeña que sea esa es su esencia, y tristemente me doy cuenta que no puedo con ella ¿y podré alguna vez?:
- porque esta compuesta de la codicia crecida que sigue sirviendo para portar palios
- porque su origen brillante esconde la ineptitud esta envuelta en medio de corbatas
- porque sus sibilinas formas de la liberalidad sigue siendo protegida y amamantada por lo público
- porque escurre la tinta que emborrona, saciada por los tinteros de servicios públicos, las encubiertas propaganda
Por todo ello, me calzo por vuestras sensibles aletas olfativas; no sé si algún día las heridas podrían colmar las ciénagas de la incompetencia aunque ahora se muestren infranqueables por los miedos producidos, los sifones selectores de las sucesiones para la impotencia y retornas que no se van por las viejas humillantes predicas que protejan tanto inútil lodo esparcido para tamizar nuestros ensueños
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