En el día de la danza, oyendo Epílogo de José Luis Sampedro
Movería mis manos para acariciar su espesa barba de amor
Saltaría ingravido sobre las piedras del río que nos ayudó a cruzar
Giraría sobre sus palabras para expulsar mi yo ensimismado
Puntearia el escenario para ser admitido en el universo de colores
Si me acogiera en el regazo de su sabíduria, abrazaría exhausto la tarima
Si consiguiera la energía de sus noventa años de entrega, volaria, ¿hay suelo?
Si entendiera su maestría en la economía, trazados geométricos diseñaría
Si sus hadas de la escrítura me albergarán, abriría mi cuerpo a los cielos
Giro, salto, más alto, ensalzo mis brazos,
Me amplio, extensas praderas de piernas
Detengo, observó quieto, clavo equilibrio
Por qué ser invisible a palabras en pena?
Recorro "en mi hambre, mando yo", los mundos de las esencias que me aromatizan
Camino engarzado a la pareja que me sustenta para descubrirme, desvestir el ansia
Busco "en la desmayada carencia", los encuentros que rellenan las figuras famélicas
Danzo "en el ser diferente" para ser el mutante que destruyan reglas que entretegan
Deslizé torpe mi pies cuando ahuyentaron el corazón
Bracé junto a mis muñones, cuando no vi en sus aguas
Caí tronado, a peso, si mis caras no albergaron besos
Busqué dubitativo, porque allí intruso, obvié sus musas
Ritmos metáforas en árboles
Plies en naranjas horizontes
Cuerpo joven a los ochenta
Monte subido, tutus sin venta
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