Libro rojo del cole
Luis Martínez Ros
Contexto.
Los primeros años de la democracia consolidaron en nuestro país un
movimiento de renovación en la escuela que por una parte se estaba
asomando con interés y curiosidad a la situación en Europa y
Latinoamérica, y por otra recuperaba, a marchas forzadas, el terreno
perdido y la tradición renovadora de la escuela pública durante la
República y la Guerra Civil.
Había una gran
sensibilidad social por los temas educativos, alentada, en el terreno
político, por la reciente aprobación de la constitución y el
consiguiente desarrollo legislativo en materia educativa. El tema de la
educación estaba en la calle.
En1980, durante el
gobierno de la UCD, Ricardo de la Cierva, un conocido historiador
franquista, fue nombrado ministro de cultura. En el parlamento se
intentaba aprobar la LOECE, una primera ley orgánica que regulaba el
funcionamiento de los centros. Esta ley pretendía, sin disimulo,
perpetuar los privilegios y prebendas de los centros privados. Por
fortuna, posteriormente, el Tribunal Constitucional falló en su contra.
Un pequeño editor
Nuestra Cultura es una pequeña editorial fundada y dirigida por Luis
Martínez Ros. En nuestro fondo predominan los temas educativos, pero hay
géneros para todos los gustos, enmarcados dentro de un discurso
progresista y de izquierdas. Autores contemporáneos como Cebrián,
Rodríguez Puértolas, Valdeón o Aresti se mezclan con otros más clásicos
como Caro Baroja, Carpentier o Darío Fo.
Nuestra
vinculación con la renovación pedagógica es especialmente estrecha en
Madrid (Acción Educativa) y Barcelona (Rosa Sensat). Profesionales del
prestigio de Marta Mata, Juan del Val o Jaume Carbonell colaboran
estrechamente con nosotros.
La publicación
En 1969 los pedagogos daneses S. Hansen y J. Jensen publicaron en Dinamarca el Pequeño Libro Rojo del Cole;
en 1970 se editó la versión alemana; en 1971 la inglesa y la japonesa;
en 1972 la italiana. Una pequeña editorial mexicana hizo la primera
versión en castellano. Con los oportunos permisos, Nuestra Cultura
revisó y actualizó la edición mexicana para publicarla en España en el
otoño de 1979, con los dibujos y la ilustración de cubierta de Romeu. El
mayor o menor revuelo que produjo su publicación en todo el mundo ya
era historia. En 1980 sus autores ya no andaban buscando playas debajo
de los adoquines y habían encontrado un refugio más sereno en la
agricultura ecológica.
El contenido.
“Los adultos son tigres de papel”. Así da comienzo un texto que con
claridad y sencillez hace un repaso de la vida escolar, sus intereses y
sus conflictos. Se resuelven dudas y se abordan todos los temas:
La enseñanza: cómo aprender, las clases, los deberes.
Los profesores: tú y los profes, situaciones conflictivas, cómo quejarse de un profe, reglamento y sanciones.
Los estudiantes: el mito de la inteligencia, la selectividad, el tiempo libre.
El sistema escolar: tu lugar de trabajo, las notas, los exámenes y ejercicios, quién manda, qué es la participación.
La sexualidad: la pornografía, la homosexualidad, el aborto, la marginación.
Las drogas: el tabaco, el alcohol, el hachís y la marihuana, el LSD y la mescalina, los estupefacientes, las drogas de diseño.
Todo estos temas se exponían de forma directa y práctica, y con un
punto de humor que nos permitía tomar la necesaria distancia respecto a
la literatura propagandística del 68. Las inefables peripecias de la liga de los sin bata
de Romeu nos ayudaron mucho en este propósito, acercándonos al humor
grafico de los años ochenta y alejándonos del gran timonel.
La reacción.
La enseñanza religiosa se sintió amenazada. Los valores tradicionales
cuestionados. Los tabúes expuestos sin recato. La muy católica
asociación de padres de alumnos emprendió una singular cruzada contra el
libro y quienes lo apoyaban y difundían. Todos sus portavoces se
movilizaron con gran revuelo.
Cristina Almeida,
concejal del ayuntamiento, incluyó el libro en la dotación de las
bibliotecas escolares de su distrito. El escándalo estaba servido.
La desmesura
En efecto, el delito fue el de escándalo público. El juez de la
Audiencia Nacional Barón Cobos instruyó una causa, cuando menos,
desmesurada. No tuvo empacho en comenzar por dictar prisión
incondicional -sin fianza- contra el editor (previamente detenido en su
domicilio), ni en procesar a los impresores y editores que se fueron
vinculando al libro (ya fuese con carácter profesional o como muestra de
apoyo solidario).
Este juez, que ya apuntaba maneras, se vio posteriormente envuelto en el escándalo Bardelino y fue apartado temporalmente de la judicatura (el escandalizado escandaloso).
También fue desmesurada la reacción en los medios tradicionalmente
afines a la derecha más reaccionaria. La prensa conservadora convirtió
el asunto en una gran cruzada. Los portavoces más exaltados arremetieron
con furia contra el Libro rojo del cole. Especialmente virulentas fueron la línea editorial de El Imparcial, Ya, etc.
Recuerdo con estupor, que el coronel Pardo Zancada llegó a escribir en una revista especializada en temas militares que el LRC era goma 2
para el ejército. Meses después, durante el 23F, el coronel Zancada
puso en práctica su particular visión de la lealtad a las instituciones.
Los apoyos
Personalidades del mundo de la cultura y de la pedagogía apoyaron la
publicación del libro e insistieron en que, aunque un poco tarde, el
libro planteaba un interesante debate para toda la sociedad y muy
especialmente para la comunidad escolar.
Para apoyar
la publicación, veintiséis editoriales realizaron una edición conjunta
del libro. Y el movimiento solidario alcanzó a intelectuales, artistas y
toda clase de profesionales progresistas.
Aún hoy
(con evidente ánimo de halago) los amigos de mis hijos dicen que hay dos
clases de padres: los que leyeron el libro y los que no.
http://elpais.com/diario/ (850 profesionales afirman haber colaborado en la edición…)
Treinta años después
El Movimiento de Renovación Pedagógica se desmanteló con la llegada del
socialismo al gobierno. La izquierda promovió una democratización de la
enseñanza que desgraciadamente no vino acompañada ni de la
imprescindible prioridad política, ni de las necesarias inversiones.
Treinta años después los chicos de hoy probablemente sepan más de
sexualidad, drogas o sistema escolar y exámenes, pero no lo han
aprendido a través de los adultos que hayan sido sus educadores. Puede
que sepan más, sí, pero aprendido a hurtadillas. Con tanto desencanto
también son más escépticos y miran al mundo de los adultos con creciente
desconfianza.
Empobrecidos, sin estímulos ni medios,
los profesionales de la enseñanza pública se han convertido, sin
quererlo, en los auténticos tigres de papel. Inermes ante la avalancha
de problemas de primera necesidad, que los acucian y los desbordan. En
general sus condiciones han empeorado con respecto a las de 1979.
El reduccionismo disciplinario y el autoritarismo como única receta son
el camino más corto para desembocar en el descontrol total. Eso es lo
que hay en muchas aulas públicas: un caos.
La
enseñanza pública se deteriora y las autoridades educativas están
proponiendo recetas milagro, como subir unos centímetros la tarima o
hablar de usted a los alumnos para recuperar el respeto de los chavales.
(El respeto se tiene que ganar con el esfuerzo diario, el diálogo y la
atención a los alumnos).
Se ha perdido la
oportunidad de integrar a los emigrantes. Se les mira más como un
problema que como una oportunidad y se les empuja a la escuela pública o
directamente a la calle.
Haciendo equilibrios y
pequeños chantajes la Iglesia ha mantenido su posición de privilegio. Se
camina hacia una enseñanza clasista. Calidad para unos pocos y rancho
para el resto.
Si publicáramos de nuevo el libro,
probablemente los ángeles guardianes de la juventud reaccionarían con
igual furia. Movilizarían a la prensa, a las jerarquías, se rasgarían
las vestiduras, prohibirían, secuestrarían, apalearían,
encarcelarían... No quieren unos chavales más activos, más organizados y
conocedores de sus derechos, capaces de tener iniciativa y de opinar.
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