viernes, abril 13, 2012

Na!, poca cosa

Oía esta tarde en un resumen radiofónico de toda la semana, un pequeño corte donde Javier Sarda decía que era un superviviente y que eso le hacía ver las cosas con una cierta felicidad y con una cierta alegría a la hora de entregarse a los nuevos retos en el vivir.
 En mis reflexiones, ahora que vamos cumpliendo años, se me vienen muchas veces esas mismas ideas y normalmente participan de esas bondades recibidas y trabajadas.
 Ayer, sucedió que iba en ese estado de trance vital, corriendo en una mota paralela a la A-2, llena de cárcavas, cada vez más pronunciadas; acabando de caer una tromba de agua que había dejado una maravillosa tarde primaveral, iba pensando en como me gustaba mi trabajo de maestro, veía en cielo, a medio cubrir, pero con un sol desafiante un tarde de livianos pasos; creo que aún me extasié más buscando estrellas imposibles, e incluso traté de aspirar los aromas de esa tarde, tan profundamente como mi caída en una de esas hendiduras, de forma tan veloz que confundí el aire aspirado con el dolor sobre un tobillo que había estado a punto de reventar. Pensé que esta vez, ya sí, ya me impediría correr por un tiempo, aunque sea tan despacio como ahora me desplazo.

Me vino a la cabeza, como todo puede ser negro, aún viendo ese mismo Sol triunfante tras la lluvia, ese mismo aroma que embriaga la vida que sigue ahí un segundo después. Me levanté y con un dolor muy fuerte, empecé a correr, no  volando como lo había sentido 30 segundos antes; sí, con la certeza que para volver a sentir esos momentos, a veces, demasiadas veces, se debe sentir el peso de cada paso, de cada obstáculo crecido por el albur de seres tapados, que hieren. 

Pensé que esos treinta minutos que aún aguanté era un querer estar con los que aprendo e intento que ellos puedan descubrir.

En el enlace siguiente, personas dan razones para luchar por la enseñanza pública, me uno a ellos y añado que a pesar de las caídas, caminamos para que esos días, que siempre nos abrazan con el recuerdo de los momentos vividos, sigan floreciendo aún ante las más profundas deslealtades desde quien debiera ser un servidor de lo público no de intereses tan obscuros como persistentes en obtener sus logros




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