martes, octubre 01, 2019

Sin noticias de encuentros

Se está llendo, lejos, a mínimos kilómetros, a distancias siderales para las nuevas estrellas que descubrirá y habitará.

 Mientras observas, por segundos, su tiempo de relajo, su caminar a los campos de carreras, saltos y árboles que achican este sol de Otoño, violento y desnaturalizado, si que es lo pasado lo podemos poner como medida. Mundos de encuentros con las palabras, sin los habitantes de las paredes caseras que reflejan la futilidad de sus radiaciones, mundos de sensaciones, pequeñas conclusiones, risas por errores, por seguridades sin sostén, de miradas que ya se llenan de sentido que antes no entendía o percibía, como un encuentro a trazar nuevas experiencias, si son perennes o caducas lo dirán los lazos de entregas y recepciones.

Se arropa el tiempo pasado con la sútil sábana de los ojos atentos, de la implicación respetuosa, del acto sobresaliente, excelso por la continuidad en el tiempo, sin ser flor de unos días de calma, sino profundidad de lo cotidiano aprendido y asimilado. Golpea para ir el aprecio por sentirse escuchado, vuelve la acción de no explicarte como lo pedido salió de la bruma en trazos sobre un escenario que imaginaste nave. Si fuera sirena, sería like a bird on a wire, si fuera atlántida insuflaría besos de oxigeno para ver siempre los nuevos días, pintados con colores que pálpitan de los nuevos viajeros que azotan velas, cuando, tantas veces, sus cadenas les aprietan.

Lo nuestro fue un viaje, pequeños encuentros, dónde hablar para una mente en la que brillaban sus ojos, fue reposar en islas de exuberantes vegetaciones que te acariciaban en la salida de tu caverna. tenebrosa y vacia, dónde algunos Ulises entraban, sólo para salvar otros tipos de vida, de cobros inmediatos.

Será pronto, porque el tiempo ya se ha convertido en una sucesión de instantes, pero habrá sido un siglo de praderas a rebosar los recuerdos de haber compartido un aprendizaje, en el que yo, señor, dueño, maestro, siempre hubiera debido parar para escucharte, escuchar a tantos que me llamaban; para aprender sus mundos y percepciones que cuestionarán tantas certezas. Volar sobre mares, donde alguna ola arrancará mi suelo, por un tiempo que no se ha asentado y que su aquiescencia, no le produjó ninguna en mi ánimo una culpabilidad que si le concedí a las dinámicas acciones que alegraban sesiones.


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