miércoles, octubre 30, 2019

¡Cuántas habitaciones vacias!

Entras allí, enseguida te das cuenta que no es un campus universitario. En esa época, todos los alumnos se han ido de vacaciones y te asignan un espacio vacío sobretodo de encuentros. Caminas intentando encontrar un punto de conexión, pero quizás no estás ya en ese estadio. Existen limitaciones y tú tienes que encontrar tu camino.

No estaba allí la gente con la que podía conectar. Ni en muchos sitios, pero si estaban los desahuciados de una sociedad para el éxito. En un pub, no tienes temas comunes pero si en una biblioteca te encuentras el libro "Ganar la guerra, perder la paz" de,  Jaume Claret. Memoria del general Latorre Roca, editado por Crítica, puedas sumergirte en una conversación con un mundo que siempre te ha interesado, las palabras dulces, ahuecadas con filo que sajan una sociedad, las empiezas a poner en valor. Gente que pretende que te asustes o incluso que te cures de tu intransigencia, olvidando lo que este general, del ejército vencedor, afirma sobre los suyos: toda la sociedad fue conformada con oposiciones patrióticas, dónde estar en aquel bando, puntuaba hasta el infinito de obtener la plaza.

Y claro, si hace 40 años que las cosas cambiaron, porque hacía 80 años que aquellas pruebas que conformaron y subjetivaron el futuro de una sociedad, dónde se habían legalizado unas formas de entrar en los diferentes estamentos de una patria utopizada que no tenían nada que ver con la capacidad, con la eficacia que necesita un pais. Sin embargo, las puertas de entrada había seguido siendo, en su mayoría, un coladero para gente reconocible por los ya establecidos.

Maybe, That library had more keys to understand the ways which drive the normal life of people. Close there, in Liverpool, the slavery had had its main port and although English parlament penalized the slavery very soon, but the fruits, about this situation always arrives.

Modos esclavos de aceptación de lo que se impuso, como dicho general reconoce sólo por la ayuda necesaria e imprescindible del gobierno nazi alemán y fascista italiano. De aquellos apoyos, está sociedad ofendida porque dentro de ella, algunos no se sientan pertenecientes a esta especie de conturbenio del silencio.

Banalizar el horror y sus consecuencias, con frases exculpatorias, de que todos son iguales, de que aquella época está muy lejos, cuando las correas a las que te amarraron han sido cambiadas convenientemente de color y formas pero siguen cumpliendo aquella primigenia función es conformarse con ser sólo outside en vida, eso si con tu parcelita de inconsciencia, regada para que en ella crezcan alimentos con los que poder sobrevivir una posible existencia.

No sé si antes de llegar al libro Franquismo S.A de Antonio Maestre, podré haberme sentado en la biblioteca circular de Manchester, para ser observado por aquella persona que, quizás viéndome, me mande un mensaje de que no puede llegar a la cita para seguir revisándome en mi incipiente inglés, tropezado en desconocimiento y falta de hábito de dormir juntos. Porque este tiempo de encuentro con un general, Latorre Roca, golpista, tradicionalista, católico consecuente con amar prójimo necesita de horas de luz, de pequeños intercambios de palabras con aquel trabajador español del bar, con un descenso aún más profundo al teatro para alli poner los personajes que te van a ir apareciendo entre sus memorias: Familias ganadoras de premios extraordinarios diarios, mamporreros recompensados por su jadeante fidelidad, arribistas de brazo en alto para quitando las telarañas por su adelanto, fueran masticando nuevos manjares, teóricos que se atragantaban con los despojos que engullían en una praticidad obscena, iluminados que siempre cogían su vela para extraer sus partes que les obviarán en sus sombras.

Conocer para al escuchar las consignas de belleza del beneficiado, siempre conozcamos que aún hoy, quien vive tropezado con crudas realidades, tiene el derecho a ser proclamado ser vivo, ser reconocido, ser con derechos. A los seres que esparcen los nuevos odios, se les presentan sus originarias miserias para que no les creamos más que lo que son, sustentados por victorias impúdicas




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