Imposible la mezcla del merengue con el uso de la mula mecánica para labrar un terreno. Y el caso es que Casemiro dice que la mente debe vibrar cuando agarras a tu compañera para sentir como el corazón marca los espacios por donde se va a emprendedor un viaje de pareja.
A mi que diga lo que quiera, lo que si he empezado a sentir tras tres horas de vibraciones, angelicales por supuestos, señor padre, es que de la cabeza comenzaban a brotar pelusillas, claro mi planteamiento desde ese punto, ha sido anular el viaje encargado allende al mar que se me ofrece desde los Centenillos y que siempre cuando lo recuerdo, me lo imagino recorrerlo sobre un bote sin vela y a la deriva. Por lo tanto, ya no veré en aquel lado opuesto, el largo cabello que me habían ofrecido como una pócima mágica para la conquista de aquella maga con la que tantos sortilegios sorteamos, amarrados a la exploración de formas de conocimiento de su cuerpo cimbreante.
El viaje en esas circunstancias prometía, pero y tocarte la cabeza tras pasar por la coctelera, y arrancarte un nacimiento pelo. ¿No sería como relamerte con las letras escritas como góndolas sobre las que tu mente abrazada?
Yo, así lo tomé, y con este solitario películo, entre dientes de ajos. ¿Podría el pelo ser afectado por los olores profundos de los ajos?
No lo sé, el otro día me asomé a los ajos plantados en Diciembre y lo que si me sorprendió que a cada cabeza le empezará a surgir unos cuantos pelos. No aprecié esos olores tan comunes al masticarla pero si la tiesa cresta de color verde, con la que me sumaba el movimiento punk de "The crash" y su música y vida de compromiso. Yo, por lo que pudiera pasar, me he comprometido con ella a que aquellos no volverán, pero si a que emprenderemos un viaje en el que cada instante pueda ser un renacimiento a nuestros juegos exploratorio.
A ella, todo esto le parece exagerado y me ha pedido retomar las clases de merengue, pero que quiere que les diga, este se ha echado en manos de niños que aún tienen que descubrirse dentro de un campo y yo, con los pocos pasos dominados si les podría indicar que asisanse, choquen sus ojos en la necesidad de encuentros, suelten amarras y si por un pelo, nos volvieramos a descubrir; prescindámonos de él, para que en nuestras lenguas ansiosas de serse asidas, no se interponga "un puto" pelo; perdonen mi brúsquedad, pero empiecen ahora a explorarse, ¿ha aparecido? ¿a qué dan ganas de prenderlo?
Ah, perdonen, continuen, que lo comenzado termine con buen pie. Au revoir, l'amour de Sandrine
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