Vaga por mi casa el periódico del lunes, abro una hoja, con una persona que homenajea a alguien que calló al otro durante 40 años. Orgulloso él, incluso por el apoyo del ultimo clon que convirtió este país en un aquelarre de dinero sin control.
Orgulloso yo, de mis perdedores que soñaron un mundo del conocimiento, sin necesidad de caridades. Orgulloso de seres que miraron donde podría encontrarse el otro, para hacerle el camino más fácil y triste por verme desamparado por el que posee, que nunca, nunca dejará de aspirar a acaparar porque esa es su naturaleza y más triste aún, porque con el que comparto pasos, sudores, tropiezos, dudas, inseguridades sea un vocero agradecido de las migajas recibidas, a veces intuyo que sería también un mamporrero, sin cerebro, pero, mamporrero, esperando su hueso. Alguien puede ser feliz por volar con el poseedor, porque a este, le sirve en bandeja lo que debiera entregar a los ciudadanos
Salvador Allende, navegante a otro mundo, ¿posible?
Sería posible si nos diéramos cuenta de nuestra inmensa fuerza; pero es difícil porque los que poseen saben dar en la tecla adecuada para propiciar el egoísmo, que es nuestra muerte.
Leía, en Agosto, como una vuelta a la esclavitud, la cesión de un grupo de trabajadores de parte de su sueldo para que no desaparecieran sus puestos de trabajo.
¿Eran perdedores?
Sólo serán perdedores, si después de aquel instante, no vuelven a coincidir. Para conseguir precios más baratos en diferentes productos, para compartir otras cosas de la sociedad. Seremos perdedores si aceptamos que con la cruel, asesina y por desgracia irremediable muerte de alguno de nosotros, todo se ha acabado.
Debiera renunciar siempre que escribo sobre esto, a reconocer primero mis propios errores, cuando desde el otro lado, tratan de convencernos de su inefabilidad, de la certeza de sus actos, ridiculizados continuamente cuando salen al extranjero y allí no encuentran sus fanáticos repetidores, sino seres capaces de estar por encima de lo inmediato. Pero no, no renunciaré jamás a mi derecho a equivocarme, para poder irme haciendo un ser humano, no un ser de poster. Y tengo en mi memoria a seres como Salvador Allende porque en su lucha por conseguir un mundo diferente al proporcionado por las grandes empresas que insaciables, esquilmaban su país, luchó entre las dentelladas de monstruos alimentados por el odio al otro (del que curiosamente extraen su sentido de ser); y en esa lucha no es fácil caminar con paso siempre cierto, más cuando servidores que debieran ser de lo civil, autean con suposiciones que en principio, y más en este mundo del ruido, altavocean a los impúdicos martilleadores de sus propias verdades para que aumentan excrecencias ajenas, se olviden del lodazal propio.
Salvador vives en cada uno de las mentes, de los corazones que buscan rompen las cadenas impuestas por los poderosos y sus siervos. Allende iremos a pasear el mundo posible
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