Quizás, desde las alturas, nadie baje al piso de abajo, pero ahí, están los que van a construir, a enseñar, a limpiar, a tantas y tantas cosas imprescindibles de las que estamos rodeados. Y me imagino que desde esa torre, habrán pensado que les da igual unos que otros; ¡qué contra más miedo y paralizados estén esos! mejor para ellos.
Pero no se dan cuenta que ese veneno se lo están inyectando a si mismos. Que como (aunque de forma un poco sorprendente, para mis entendereras) hasta en sus barrios más emblemáticos, la mierda, les parece mierda y también les ahoga, porque si, efectivamente son seres humanos que razonan; aunque muchas veces por los razonamientos que les lanzan desde las plateas, parecieran que perciben en ellos otro tipo de servil ser.
Ese veneno, tampoco se quita aún con las bendiciones que exaltan a sus muertos y callan los consentidos por ellos mismos. El mercadeo con los sentimientos es muy doloroso.
Y entonces, a la galería, a los micrófonos dicen que ayudarán al deporte y más importante, dicen, a la educación Física, en este caso que nos ocupa; pero las palabras son arrastradas por el lodo de sus hechos, leyes, normas; y en el caso de la enseñanza, menos profesores es cercenar oportunidades, igualar por abajo en la mínima atención. Aunque inventen imaginarios paraísos de excelencia o irreal bilingüismo, con oradores patéticamente entrenados para la comedia y con televisiones que olvidan privilegíar el idioma original de las películas.
Por todo ello, cada vez me acuerdo más las oportunidades que les concedían a los alumnos, el hecho de tener más profesores. Más atención, más formación, más sentirse ser humano en medio de clases que pudieran obviar al ser individual como ocurriría con la masificación.
¿Y si las personas ajenas a la información unidireccional que se recibe en este país, tuvieran también acceso en este mundo globalizado a estas graves carencias con las que desarrollamos muchas de las tareas que llevamos a cabo?
Y es importante que caminemos en el conocimiento Artículo de Jacobo Rivero.
Sueñan, quizás que los suyos, los otros que viven en las alturas en otros paises, tengan también vertigo a mirar abajo y por lo tanto no quieran percibir las carencias de un país ajeno.
Pero no, en otros paises, existen seres humanos, que miran al otro, aunque ellos tengan sus privilegios. Qué saben darles calles, aceras, parques para respirar y compartir. ¡Qué si tienen que poner en los carteles de entrada que están contra el racismo, cualquiera, incluso el de clase, lo ponen!.
Pero aquí no, les dan las riquezas a quienes les protegen, pero les da igual espacir veneno, veneno que no se asimila tan fácil. ¡Qué daña, ahora y siempre!; y entonces cocodrílicos lamentos. Injusticias universales, cósmicas
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