I receive the next friend's e-mail. Maybe, he'd read my mind. These next days, I should buy something about my clothes and other things, but he's remembered that as always I won't buy anything in these damn days when we'll celebrate and declare the bad conditions of our fellow people.
Why a man can obtain more money when the prize of their products decline?
Cuando comprar barato sale caro
Tres, dos, uno, cero. Las rebajas ya están aquí.
Ofertas, descuentos, % de ahorro? ocupan escaparates de tiendas y
centros comerciales. Es el momento de comprar y comprar barato. Pero,
¿es realmente tan barato aquello que compramos? ¿Qué se esconde detrás
de prendas de vestir y aparatos electrónicos? ¿Quiénes ganan y quiénes
pierden con nuestra compra? A menudo lo que parece barato puede resultar
muy caro.
Mango, Zara, H&M, Bershka, Pull&Bear,
Stradivarius, Gap, Oysho? nos dicen ofrecer, y más en período de
rebajas, precios bajos. Lo que no nos dicen, y se oculta tras una
etiqueta made in China, Bangladesh, Marruecos?, es el cómo consiguen
dichos precios. La deslocalización industrial es la respuesta: producir
pagando el mínimo coste posible por la mano de obra y, consecuentemente,
violando derechos humanos y laborales básicos. Así lo explican y
documentan exhaustivamente varios informes de la campaña Ropa Limpia. Unas prácticas que, por cierto, no distan en nada de aquellas grandes marcas
que venden productos un poco más caros o de gama alta. La lógica es la
misma. Detrás del ?glamour? o el ?lujo? se esconde el sudor de los
trabajadores mal pagados.
El informe La moda española en Tánger: trabajo y supervivencia de las obreras de la confección
de la campaña Ropa Limpia de Setem es una de las muchas investigaciones
que pone blanco sobre negro. El informe analiza cuál es la situación de
las trabajadoras en los talleres textiles de Tánger que proveen a
importantes firmas internacionales y descubre las condiciones laborales
en dichos centros de confección marroquíes: jornadas de trabajo de hasta
12 horas diarias, seis días a la semana, y con un salario no superior a
los 200 euros mensuales, y que en ocasiones puede ser, incluso,
inferior a los 100 euros al mes, arbitrariedad en la contratación y el
despido, trabas a la organización sindical, etc. Una situación
extrapolable a muchos otros países. No en vano la mayor parte de
nuestras prendas de vestir se elaboran en Asia, América Central, Europa
del Este o África.
Pero no sólo los trabajadores de los centros de
producción en origen son los que salen perdiendo, también aquí los
empleados en los centros comerciales, en los puntos de venda, están
sometidos a unas condiciones laborales precarias, flexibles, con
dificultades para organizarse sindicalmente? Y la presión por un
conseguir un coste lo más bajo posible recae, asimismo, sobre ellos. Los
responsables del paro y la precariedad en el Norte no son los
trabajadores de los países del Sur sino unas elites económicas y
empresariales que buscan hacer negocio con nuestras vidas, tanto aquí
como en la otra punta del planeta.
De este modo, Amancio Ortega, propietario de Inditex, y
que tiene en su haber marcas como Zara, Bershka, Pull&Bear,
Stradivarius, Oysho, Massimo Dutti, se convirtió el pasado 2012, según
la revista Forbes, en el tercer hombre más rico del mundo, a pesar, o
gracias, según como se mire, a la crisis económica.
Y las mismas pautas se repiten en la producción,
distribución y venta de electrodomésticos, productos informáticos e
incluso comida. Y no sólo unos pocos se aprovechan de unas condiciones
laborales precarias o inexistentes sino también de unas legislaciones
medioambientales extremadamente débiles. Así el actual sistema de
producción de bienes de consumo se lucra de explotar recursos naturales
finitos, enfermar a trabajadores o a comunidades y/o contaminar allí
donde los ojos de la mayoría no ven. Todo, evidentemente, a coste cero.
Luego nos dicen que podemos comprar barato. Y las
rebajas son el máximo exponente de esta práctica. Pero, ¿resulta tan
barato aquello que compramos? El actual modelo de producción y consumo
cuenta con una serie de costes ocultos que acabamos sufragando entre
todos. La explotación laboral, la precariedad, los sueldos de miseria,
los débiles o nulos derechos sindicales? ya sea en los países del Sur o
en el Norte generan pobreza, desigualdades, hambre, desahucios? y es el
Estado quien tiene que gestionar dichas situaciones y conflictos con
todo lo que implica de coste social y económico.
Lo mismo sucede con las empresas que contaminan, que
explotan sin control ni límite los recursos naturales, que generan con
sus prácticas cambio climático y destrucción medioambiental? ¿quién paga
por una producción fragmentada, deslocalizada y kilométrica adicta al
petroleo y generadora de gases de efecto invernadero? ¿Quién paga por
comunidades desplazadas, trabajadores enfermos y territorios
inhabitables? ¿Quién asume las consecuencias de un modelo agrícola y
alimentario que acaba con la agrodiversidad, el campesinado y nos hace
adictos a la comida basura? Nosotros. A la empresa, le sale gratis. Se
trata de los costes invisibles de unas prácticas abusivas, que se supone
nadie asume. La tozuda realidad nos demuestra, todo lo contrario, que
es la sociedad quien paga, y mucho.
Y lo más escandaloso de la cuestión es que para llevar a cabo estas
prácticas, las multinacionales cuentan con el apoyo activo de quienes
están en las instituciones y diseñan las políticas económicas, sociales,
medioambientales, laborales? al servicio de los intereses de las
primeras. Como se ha repetido, reiteradamente, en la calles, vivimos en
una democracia secuestrada. Y aunque nos digan, una y otra vez, que
?comprando barato ganamos todos?, la realidad es otra: lo barato sale
caro. Y, al final, nosotros, la mayoría, pagamos la factura.
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