Me llega el texto de Cándido, ante el cual me entrego para estudiarlo y reafirmarme en lo que tanta gente esta proclamando desde hace tiempo. Es un engaño masivo y bueno ya no cabe repetirlo más sino actuar, decirnos cada uno de nosotros que somos valiosos por ser nosotros mismos. Dejar ya de despistarnos con fabricados enemigos.
Es vergonzoso, mejor pensar que perverso, que este gobierno esta entregado al capital, pero no a un capital honesto, sino al que especula, al que sale del juego, al que sale de la mentira.
Pérdida la dignidad, entregados a que nos salven los otros, recibimos lecciones de presidentes como Fernando Correa y Dilma Roussef que lucharon para que sus gentes, los que les habían votado y los que no les habían votado no estuvieran entregados y esclavizados a los juegos de chamanes económicos que querían imponer líneas que condujeran a saciar su codicia..
Nosotros que incluso en los ultimos tiempos, hemos ido a extraer; a cambio recibimos manantiales de sabiduria y de respeto hacía el ciudadano. Y sí, proclamamos buscar el camino espinoso del encuentro, sobre los que construir de forma solidaria. Gracias, compañero
Cada vez estoy más convencido de que el 15-M ha sido la bocanada
de aire fresco más importante que ha llegado a nuestro sistema político desde
la instauración de la democracia. Como no podía ser de otra manera ha sido
criminalizado desde la mayoría de los medios de comunicación, al servicio
incondicional del poder político y económico dominante. También se le ha
acusado de no presentar programa alternativo alguno. Quiero responder a esta
última crítica con argumentos contundentes.
Una de las cuestiones planteadas a nivel programático por el
15-M, además de otras muchas como reforma de la ley electoral, la implantación
de la Renta Básica, ha sido plantear con claridad meridiana la
problemática de la “deuda odiosa” del Estado español, tema
fundamental para tratar de salir de una manera justa y equitativa de esta crisis
económica que nos está hundiendo en la miseria a la gran mayoría de los
españoles. Nuestro ínclito presidente nos dice que la deuda pública supera la
cifra de los 900.000 millones de euros, y que no podemos gastar más de lo que
ingresamos, tal como ocurre en una economía familiar, y que, por tanto, no
tenemos otra opción que llevar a la práctica una serie de ajustes fiscales, que
no le gustan, para que al final se produzca el crecimiento económico y así se
pueda generar empleo. Es el pensamiento único.
Buscan chivos expiatorios de la deuda: liberados sindicales,
funcionarios, las autonomías, las embajadas catalanas, etc. Quien tiene
el atrevimiento de cuestionarlo es acusado de locura y de estar fuera de la
realidad terrenal. Vale, D. Mariano, voy a realizar un esfuerzo para creerle.
Mas, supongo que si los españoles tenemos que pagar esa deuda con el incremento
de nuestros impuestos, recortes de nuestros salarios y de nuestras
prestaciones del Estado de bienestar, entre otros sacrificios, tenemos derecho
–¡qué menos!– a conocer el origen de esta deuda. Debemos saber por qué, para
qué, por quiénes y cómo se contrajo la deuda, el montante, las condiciones,
tipos de interés, plazos de devolución, garantías, avales, o, por otro lado, a
qué se dedicó la financiación.
En definitiva, una auditoria veraz de la deuda pública,
realizada por una comisión de expertos, independientes de los partidos
políticos, no vale una comisión parlamentaria, porque ya conocemos su
funcionamiento. La auditoria debería exigir al sector público transparencia en
sus cuentas, declarar una suspensión temporal del pago de la deuda y
abrir un proceso, aunque durara meses, para escudriñar la documentación y hacer
un juicio público encaminado a tomar decisiones sobre qué hacer sobre la deuda pública
una vez culminado ese proceso.
Y así podríamos conocer el porcentaje de deuda odiosa o
ilegítima. Este concepto se atribuye a un jurista y profesor de derecho
financiero, Alexander Sack, que en 1921 publicó un tratado
denominado Los efectos de las transformaciones de los Estados sobre sus
deudas públicas y otras obligaciones financieras, donde sostenía que una
deuda es ilegítima cuando se dan tres circunstancias: que se ha comprometido
sin el conocimiento de los ciudadanos (o sus representantes); que se ha gastado
en actividades que no redundan en beneficio del pueblo; y que los prestamistas
(los bancos) son conscientes de esta doble situación anterior. Se basó en
algunos precedentes del siglo XIX, el rechazo por parte del Estado mexicano de
la deuda contraída por el emperador Maximiliano I, y el de EEUU, una vez que se
anexionó la isla, de los débitos asumidos por Cuba siendo colonia española.
Obviamente en estricta justicia, el Estado español, es decir
todos los españoles estaríamos exentos de pagar esa deuda odiosa, aunque
tendríamos que exigir responsabilidades a quienes la contrajeron, y que han
causado y los siguen causando tantos sufrimientos a tantos españoles. A estos
auténticos desalmados, se les podía inculpar de haber cometido un crimen
contra la humanidad, como es "cualquier acto inhumano que cause graves
sufrimientos o atente contra la salud mental o física de quien los sufre,
cometido como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una
población civil", tal como sugieren las profesoras Lourdes Benería
y Carmen Sarasúa.
Hace falta voluntad política, como la hubo en el Ecuador de Correa donde
se creó una Comisión de Auditoria de la Deuda en julio de 2007 para analizar la
deuda en el periodo 1976 – 2006. El presidente eligió 18 expertos, 12 de
Ecuador y 6 provenientes del extranjero. También pidió a 4 órganos del Estado
formar parte de esa Comisión: la Comisión Anticorrupción, el Tribunal de
Cuentas (la Contraloría), el Ministerio de Justicia y el Ministerio de
Finanzas. Trabajó durante 14 meses, y al final de ese periodo, en septiembre de
2008, presentó unas conclusiones y unas recomendaciones al gobierno. Después de
dos meses de deliberación, el gobierno decidió suspender el pago de la deuda
bajo la forma de títulos (los que vencían en 2012 y 2030). Tras ocho meses de
no pago, consiguieron forzar a los tenedores de esos títulos a aceptar una
reducción del 65 % de su valor. El Estado, Ecuador, compró obligaciones a
precio reducido. Por una obligación con un valor de 1.000 dólares, el Estado
ecuatoriano pagó 350 dólares. Le supuso un ahorro de 7.000 millones de dólares
para todos los ecuatorianos.
Es lo que se está intentando en Grecia, tal como nos relata
el documental "Debtocracy" (Deudocracia), de los periodistas Katerina
Kitidi y Ari Hatzistefanou sobre la crisis del país heleno. Los principales
actores (alrededor de 200 personalidades) firman una demanda para que se
establezca un comité de auditoría internacional, cuyo fin sería determinar los
motivos de la generación de una deuda soberana y condenar a sus responsables.
Se habla de Golman Sach, de los sobornos de Siemens al gobierno, de los gastos
sin control en los Juegos Olímpicos de Atenas de 2004, de la compra actual de
armas a Francia y Alemania. Grecia tiene todo el derecho a negarse a
reembolsar su "deuda injustificada", es decir, la deuda constituida
por actos de corrupción contra el interés de la sociedad. Hay culpables:
"En cerca de 40 años, dos partidos, tres familias políticas y algunos
grandes empresarios han llevado a Grecia a la quiebra. Han dejado de pagar a
los ciudadanos para salvar a sus acreedores".
¿Qué motivos tienen los dos grandes partidos para no hacer
lo mismo en España? Tienen trabajo. Si investigarán entre otros: Programas
Especiales de Armamento (PEA) que alcanzan 40.000 millones de gasto; el
salvamento a las entidades financieras; los sobrecostos de las empresas
constructoras del AVE; derechos reconocidos que se
aproxima ya a los 20.000 millones de euros las eléctricas, la exención del IBI y
sus subvenciones a la iglesia católica, la financiación de los viajes del Papa,
los aeropuertos de Castellón y de Ciudad Real, etc. Seguro que se podría
rebajar el costo de la deuda, y por ello serían innecesarios los recortes tan
injustos que estamos soportando los españoles con excesiva mansedumbre, por lo
que Susan George acaba de decir que “los españoles somos ratas de
laboratorio para ver cuánto castigo soportamos sin rebelarnos.”